En los últimos días me gritó un número creciente de personas. Gente importante y no tan importante. Muy formados unos, menos educados otros. Muchos me gritaron por televisión, otros prefirieron la radio. Es curioso: con la mayoría de los que me gritan ni siquiera tuve la oportunidad de que nos presentaran. A otros los conozco, y cuando nos encontramos no me gritan y tampoco les gritan a los demás, como si se transformaran en personas sensatas y civilizadas cuando no están las cámaras.
La lista de los que me gritaron es demasiado extensa, por eso sólo cito a algunos: Cristina Fernández, Néstor Kirchner, Luis D'Elía, Raúl Castells, Alfredo De Angeli, Hugo Moyano, Luis Barrionuevo, Hebe de Bonafini y la mayoría de los legisladores que el viernes 4 de julio me gritaron desde sus bancas a pesar de que ya era de madrugada, y hay gente que quiere dormir a esa hora..
Sé que es un pedido que puede sonar egoísta, pero creo que representa el sentimiento de muchos: ¿No se podrá bajar un poco el volumen?
Como les debe suceder a otros, yo tampoco quiero seguir sintiéndome maltratado. Ni siquiera es cuestión de que nos pongamos de acuerdo en los temas de fondo. Se trata de una cuestión de forma, pero que manifiesta un grado de violencia que habla mucho del fondo de quien la ejerce.
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(*): Jefe de Redacción de Noticias.
