Señora, éstos son algunos comentarios sobre la aprobación, como ley de la Nación, del memorándum con Irán. Tratan sobre la utilidad de gestos inhabituales y algún recuerdo que, me pareció, venía al caso de lo que sucede en estos días.
Cambiar de opinión cuando se cometió un error es una actitud excepcional. Lejos de debilitar a quien la toma, muestra calidades fuera del común. Los presidentes deberían estar en condiciones de producir hechos no habituales, mezclando construcción y audacia.
Seguramente para la Presidenta, mucho más que para cualquiera de nosotros, rectificarse es difícil. Pero para una personalidad que para algunos sectores sigue más sus impulsos que la razón, mostrar que está dotada del don de la rectificación sería un triunfo. Además, la rectificación no sería realmente un cambio de posición, se trataría en el caso del acuerdo con Irán de abrir el tiempo del debate y de las aclaraciones.
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