POLITICA
Opinin

¡Ódienme! No los voy a defraudar

La errática búsqueda de un enemigo por parte de la Presidenta derivó en el ataque a un caricaturista. Vea en el blog Palabra Presidencial qué términos prefiere Cristina Kirchner.

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| Telam

Cristina tiene razón. Tan machistas somos que ni siquiera entendemos sus ruegos. La mandamos a dialogar cuando, en todos sus discursos, ella cuelga carteles con la inscripción "enemigo se busca". Un clásico de la guerra de los sexos: confundir las demandas femeninas.

Nuestra presidente sigue los dictados de la "ley Sinatra". El mítico cantante yanqui decía que, si bien los amigos te ayudan a llegar, son los enemigos quienes te llevan al éxito. Imposible triunfar sin una contra agresiva que amenace con soplarte el reino. ¿A quién le interesa un héroe carente de obstáculos?

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Desde esta perspectiva, el ciclo de crecimiento económico más imponente de nuestra historia, puede ser un problema. Sus últimos mensajes fueron verdaderos tubos de ensayo. En busca del enemigo perdido. Primero arremetió con la vieja liturgia peronista y, en un movimiento que envidiaría Evita, culpabilizó a la oligarquía agrícola ganadera. Claro que el país cambió en estos años. Las familias de doble apellido alquilan su porción de campo heredado, y los chacareros andan escasos de dientes. Levantar a la masa contra un "pool de siembra" resulta impersonal. Impresionarlos con los cuadros de Berni, tarea titánica. ¿Neustadt pinta? El temor golpista tampoco rinde demasiado. Las señoras paquetas podrán revolear sus cacerolas, pero de ahí a tomar el poder hay mucha distancia. ¿Y los medios? Menos. La oposición, candidato ideal, está en la suya. Macri cuida la ciudad, Carrió asegura que Dios anda revoloteando por los arrabales, Lavagna ya se pasó de bando, y López Murphy sigue asimilando el golpe.

Agarrársela con la soja y el dibujo de un caricaturista prestigioso, fue un acto desesperado. ¡Te queremos, Cris! A veces nos molesta un poco tu tono, pero te queremos ahí, en tu puesto. Gobernar sin enemigos de peso a la vista. La verdadera pesadilla de un presidente.

(*) Publicista