Las conclusiones de los fiscales de la causa AMIA vuelven a poner a la luz una discusión que hoy suena a moda retro: los costos de la Argentina de Primer Mundo.
Una de las primeras lecturas que se hizo del atentado –además de los vínculos amistoso-comerciales-familiares de Carlos Menem con el mundo musulmán- fue que estas cosas pasaban porque nuestro país había roto la neutralidad geopolítica para gozar de los beneficios económicos y estratégicos de su relación con Occidente (particularmente, Washington), gesto que el propio menemismo etiquetó como “relaciones carnales”.
Ahora, si el informe de la fiscalía resulta ser acertado, parece que la causa del trágico atentado contra la mutual judía es la ruptura de un acuerdo nuclear con Irán. Antes de apurarse a cerrar la discusión sobre la culpa menemista (que sí está clara en la cadena de impunidad que impidió el esclarecimiento durante el gobierno de Menem), habría que preguntarse si estaba mal o bien mantener acuerdos nucleares con el régimen iraní.
Y la pregunta no sólo es clave para empezar a entender por qué nos pasó lo de la AMIA sino para no perder de vista que toda –toda, repito, no importa de qué color ideológico- decisión geoestratégica supone costos y riesgos.
No es casual -¿o sí?- que en estos meses el gobierno de Kirchner haya pergeñado un plan de reactivación nuclear que, curiosamente, ya recibió el aval de la representación diplomática iraní de menor rango que queda en Buenos Aires. No es casual -¿o sí?- que el rutilante aliado regional argentino, Hugo Chávez, no pierda ocasión de pasearse por las calles de Teherán para mostrar su voluntad de cooperación con una de las nuevas amenazas atómicas de la globalización.
Cada aliado nos plantea ventajas, pero también nos abre un horizonte, al menos teórico, de amenazas. Un Estado “en serio” no es el que actúa como si tuviera la bola de cristal, porque nadie puede leer el futuro, sino el que sabe que cada paso tiene consecuencias, y se prepara para afrontarlas y evitar, o al menos compensar, sus efectos indeseados.