El martes pasado, Jorge Rafael Videla había sido trasladado desde el penal de Marcos Paz a los tribunales federales de Retiro. Allí, en vez de responder preguntas se limitó a leer un documento. Como si se hubiera quedado en el tiempo, el dictador dijo que bajo su régimen se libró una “guerra” contra el terrorismo y que asumía, por ella, las responsabilidades castrenses, desligando a sus subordinados. Volvió a considerarse un “preso político”, sometido a una “justicia vacía de derecho”. Fueron sus últimas palabras públicas. Volvió el mismo día a su celda del módulo 4, donde ayer fue encontrado muerto, a las 8:25, al parecer, por causas naturales. Durante meses, Videla decía ante los jueces que sufría pérdida de memoria y falta de equilibrio.
La muerte de Videla fue comunicada al juzgado federal Nº 3 de Morón.
El titular del juzgado, Juan Pablo Salas, ordenó que, para descartar cualquier sospecha, se le practicara una autopsia en la morgue judicial de la Capital Federal.
A las 15, ingresaron al penal dos móviles de la Federal para llevarse el cuerpo. A las 17, los dos camionetas de Policía Científica y un automóvil sin identificación se retiraron del lugar con el cadáver.
Anoche, el cuerpo se encontraba en la morgue.
Cecilia Pando, casada con un militar retirado, fue la vocera del acontecimiento. Temprano confirmó la muerte por la radio de la Ciudad de Buenos Aires: “Anoche se sentía mal, no quería cenar y hoy fue encontrado muerto”, explicó.
Los médicos del penal lo hallaron en la cama, sin pulso ni reacción pupilar.
Videla fue condenado por delitos de lesa humanidad en la causa 13, en el marco del Juicio a las Juntas, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, pero luego recibió el indulto de Carlos Saúl Menem. Roberto Marquevich, ex juez de San Isidro, volvió a ponerlo tras las rejas por una causa de apropiación de bebés, un delito que escapaba a la estructura legal del indulto.
La única condena firme que tenía Videla era la de la causa 13. El 5 de julio del año pasado fue condenado a cincuenta años de prisión por liderar un plan sistemático de apropiación de bebés, sentencia que no está aún firme. Pero antes, en el Juicio a las Juntas, se le atribuyeron los delitos de secuestros, torturas y homicidios de centenares de personas. Después de gozar durante un tiempo del arresto domiciliario, Videla fue enviado a Campo de Mayo, una prisión para militares. Perdió el privilegio cuando el Gobierno nacional ordenó que el represor fuera a una cárcel común. El 24 de junio de 2012 terminó en el pabellón de delitos de lesa humanidad de Marcos Paz junto a otros genocidas. Videla tenía 87 años y su destino era morir tras las rejas. Fue el amo de la vida y de la muerte entre 1976 y 1981. Ayer falleció y se llevó a la tumba todos los secretos: qué pasó con los desaparecidos y dónde están los bebés apropiados por los represores.
Sin honores militares
El represor Jorge Rafael Videla no recibirá honores militares cuando sea sepultado, porque fue destituido del Ejército y porque, además, hay una resolución que prohíbe ese tipo de ceremonias para uniformados que hayan participado de crímenes de lesa humanidad.
Fuentes castrenses explicaron a DyN que a Videla no se le brindarán honores, como establecen los reglamentos cuando muere un militar en actividad o en situación de retiro.
En 2009, la entonces ministra de Defensa, Nilda Garré, firmó una resolución en la que se prohíbe terminantemente rendir honores durante su funeral a represores fallecidos, decisión administrativa que sigue vigente, precisaron los voceros.
