Especular sobre el papa Francisco y la situación del país es un deporte de riesgo: durante la pasada Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, al aire libre, un salón estructural lucía al frente la inmensa imagen del Papa con el logotipo de la gobernación de Daniel Scioli. ¿Estaba el ex motonauta bendecido como candidato para 2015? A esto siguen las reuniones que la Presidenta mantuvo en el Vaticano, que merecen más una contemplación diplomática y protocolar que política.
El miércoles 26, en el Salón Dorado del Teatro Colón, se realizó un acto que implicó la declaración como visitante ilustre de Buenos Aires del cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura (un equivalente a nuestro ministro del área), junto con el lanzamiento del libro Un diálogo entre todos (Reflexiones del Consejo Consultivo Honorario del Atrio de los Gentiles en la Argentina). Antes del discurso del cardenal, tomó la palabra el padre Francesco Ballarini (ver recuadro), quien, además de citar a Borges, Arendt y Weil, reclamó un diálogo indispensable.
Cuestión de tono. El tema es el libro en sí, fruto de la diversidad que implican abogados, ingenieros, industriales, ex funcionarios, que van de Daniel Sabsay (ya célebre por sus irascibles dudas respecto al título universitario de la Presidenta) a Enzo Pagani (legislador y dirigente de Boca Juniors) o Gustavo Grobocopatel.
¿Pero a qué refiere la publicación? ¿Cuál es su tono? En primer término, es una puesta en situación de la problemática social argentina. Luego, un reclamo de atención para la clase política toda. ¿Es opositor? No. Es crudo, pues no calla los datos de la realidad, de la que percibimos absurdos contrastes frente a las estadísticas emanadas por el Indec. En Diez desafíos para lograr la integración social en la Argentina, de Daniel Arroyo, podemos subrayar: la pobreza estructural actualmente alcanza el 27%, el trabajo informal llega al 34%, existen casi 1 millón de jóvenes que ni estudian ni trabajan, la prevención y el acompañamiento en las adicciones carecen de recursos, un tercio de la población vive en el 1% del territorio nacional. Y en materia de desarrollo social, deben descentralizarse los recursos hoy concentrados (referencia nada elíptica al clientelismo político en la administración de los planes sociales).
Todo esto está ligado a la noción de futuro: Rosendo Fraga, en página 38, advierte que Argentina puede tomar el camino de Arabia Saudita, donde los ingresos provenientes del petróleo no se aplicaron a políticas públicas para mejorar la sociedad, o el de Noruega, donde se creó un fondo público que evitó el despilfarro. Esta advertencia lógica se refiere a los promocionados dones del yacimiento Vaca Muerta y periféricos, hoy en riesgo de explotación tanto por la baja del precio internacional del petróleo, como por el anuncio de Lockheed Martin: en diez años tendrán industrializada la fabricación de reactores de fusión nuclear controlada (algo así como energía limpia e infinita).
Luis Mendiola, en La integración de Argentina con el mundo, escribe: “En muchos países –por lo menos los más estables y sólidos, lo que no siempre coincide con los más poderosos–, la mentira es clara y brutalmente condenada. Significa el fin de una carrera, de la permanencia de una o varias personas y hasta de un gobierno”.
Por último, en página 76, Fernández Flores Maio escribe: “También Borges advertía que la falta de ética era la causa principal de los males que nos aquejan. (…) Si no cambia la sociedad, no cambiará la política”.
Mensaje papal. La ética está unida a la honestidad. Entonces, ¿a quién le habla Francisco a través de tales expresiones publicadas bajo el sello del Consejo Pontificio de la Cultura? Ningún medio oficialista se hizo eco de esto. Menos aún los funcionarios. Hasta ahora guardan silencio (ni Parodi ni Carta Abierta han dicho esta boca es mía), salvo que estén dedicados a borrar sus opiniones sobre Bergoglio antes y después de ser ungido, como hizo Horacio Verbitsky.