El padre de dos de las víctimas de la "La Masacre de Pompeya" criticó hoy el fallo de la Corte Suprema que abrió las puertas de la cárcel a Fernando Carrera, inicialmente condenado a 30 años de prisión y hoy en libertad en virtud de una decisión del máximo tribunal que dispuso revisar las supuestas irregularidades cometidas en el proceso.
Francisco Silva, un hombre de 79 años, consideró que la decisión de la Corte Suprema lo dejó "vacío" y la calificó de "incomprensible", puesto que a su hija, Fernanda Gabriela Silva, de 31 años, y a su nieto, Gastón Gabriel Di Lollio, de 6, "los mató el auto que conducía Carrera".
Silva reconoció que decidió acudir a los medios por consejo del juez Hugo Cataldi, uno de los integrantes del tribunal oral número 14 que dictó la condena a 30 años de cárcel contra Carrera y que ayer dispuso la libertad del imputado después de siete años y cinco meses de cárcel.
"Circuló tres cuadras, a contramano por la avenida Sáenz, a 120 kilómetros por hora. Esquivó a los colectivos, estaba el semáforo en rojo y él huyó y atropelló a mi hija y a mi nieto. Él dice que estaba inconsciente por un balazo pero no creo que eso sea así. Yo manejé toda mi vida y sé que inconsciente no se puede manejar tres cuadras a contramano por una avenida como la principal de Pompeya", sostuvo Silva.
El anciano dijo entre sollozos: "Me quedé sin mi hija y sin mi nieto. Cuando condenaron a Carrera a 30 años tuve algo de paz porque se había hecho justicia, pero ahora, con esta decisión, estoy destrozado. Quiero que se haga justicia, pero justicia en serio".
"Él (por Carrera) los mató, y ahora con la película (el documental 'Rati horror show'), las Madres de Plaza de Mayo y toda la prensa, está en libertad", se quejó Silva, al tiempo que reclamó un nuevo juicio en el que quede establecido definitivamente qué fue lo que ocurrió. En ese sentido, admitió: "Yo no digo que la policía no haya armado nada; digo que no lo sé, pero sí sé por qué murieron mi hija y mi nieta". Además, descalificó la película del cineasta Enrique Piñeyro, porque "la mitad de las cosas que se dicen allí son nada".
