En la última semana de mayo de 2009, líderes liberales de todo el mundo se reunieron en Caracas. PERFIL me envió a cubrir ese encuentro, donde la estrella era el hoy flamante Premio Nobel de Literatura, el peruano Mario Vargas Llosa, que incluso fue demorado en el aeropuerto por funcionarios del gobierno del presidente Hugo Chávez, con quien tuvo una disputa verbal que pudo haber terminado en un anunciado debate por TV si no hubiera sido por la negativa a último momento del mandatario venezolano.
Fueron días de ruidosas protestas contra Vargas Llosa frente al hotel donde se desarrollaba el seminario y de duras críticas a través de los programas chavistas en la radio y la TV. Pero, más que Chávez, era la situación argentina, con los Kirchner en el poder, lo que "espantaba" a Vargas Llosa, que habló del “galimatías indescifrable de la Argentina” y de la influencia, en su opinión negativa, del peronismo en nuestro país. "El peronismo es elegir el error, perseverar en el error", me dijo.
Vargas Llosa concurrió al seminario con su esposa, Patricia, y su hijo Alvaro. Habló mucho de política pero también de libros, su primera gran pasión. Por ejemplo, contó cómo incorporó el humor a sus novelas, como el caso de Pantaleón y las visitadoras, y habló bastante sobre su método para escribir: me llamó la atención su incorporación de técnicas de investigación periodística para reunir información sobre los temas de sus novelas.
Un buen amigo argentino le había llevado un ejemplar de mi libro Operación Traviata y él, con esa generosidad que suelen tener los grandes personajes, me aseguró que lo había leído y que le había gustado mucho y me escribió una frase: "Este libro me encantó. La historia es fascinante y se lee como si fuera una novela. Hay que hacer una película", que incorporé luego como bajada de tapa en la edición ampliada y actualizada, en septiembre de 2009.
Al final de esa conferencia de prensa, le preguntó por qué no ganaba el Nobel. El eludió una repuesta con elegancia: "Traslade usted la pregunta a quien corresponda". Le dije si no temía que le ocurriera como con Borges, un argentino al que admira, a quien tampoco le habían dado ese premio, presuntamente por sus opiniones políticas. "Es malo que los escritores hablen del Premio Nobel; es malo para el estilo; se estropea el estilo", contestó.
* Editor jefe de PERFIL, su último libro es Operación Primicia.