¿Por qué dispara la cúpula gremial? El sindicalismo fue un actor central del primer gobierno peronista, con una gravitación política que, con avances y retrocesos, se proyecta hasta nuestros días. En teoría, su acción debe propender a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores.
A partir del ‘55, el sindicalismo se transformó en un actor independiente de Perón y, aún levantado su bandera, y en defensa de la distribución del ingreso-, enfrentó su liderazgo durante toda la década del ’60. El General estaba proscripto. La conducción sindical, en forma simultánea, promovió el golpe contra Illia en el ‘66 en busca de un mejor posicionamiento en el poder; luego Onganía no les reconocería su "colaboración".
Hacia inicios de los ‘70, la conducción cegetista era percibida por la sociedad como "dirigentes burócratas y corruptos" que traicionaron a Perón e impedían la democracia interna en los gremios, con la fuerza de las armas. Tuvieron una participación marginal en el triunfo de Cámpora en el ’73, y se preveía que, en la disputa política con la izquierda peronista, serían derrotados.
Sin embargo, cuando su lugar central fue puesto en discusión, encontraron la oportunidad para hacerse valer: formaron parte, junto a López Rega y otros bolsones de la extrema derecha, de la masacre de Ezeiza, el 20 de junio de 1973.
Una vez en el poder, el General rompió con la izquierda del Movimiento y se reencontró con el sindicalismo ortodoxo, que volvió a ocupar su lugar de "columna vertebral". Entonces, el enfrentamiento a tiros del sindicalismo contra la izquierda tenía una matriz ideológica: la defensa de la "pureza doctrinaria" del Justicialismo y la eliminación del "infiltrado marxista" en el Movimiento.
Se mataba para defender a Perón y también para defender su cuota de poder en el sistema político. En un resumen pedagógico y brutal, se mataba al "mal argentino".
El sindicalismo ortodoxo, en su violenta disputa por preservar la ideología y la distribución del ingreso, fue un actor dinámico. Pero los enfrentamientos no eran únicos ni lineales: a la vez que disputaban el poder con López Rega, quien quería apropiarse de las obras sociales, acompañaban a la Triple A, cuando empezó a castigar a los obreros de fábrica en conflicto, que desconocían el liderazgo de la CGT.
Treinta y dos años después de su muerte, el sindicalismo volvió a reencontrarse con Perón. En la honra funeraria, también buscaron recuperar la centralidad hoy erosionada. Y también dispararon. No contra un enemigo ideológico, sino para rediscutir cuotas de poder interno.
* Periodista. Autor de Fuimos Soldados. Historia secreta de la contraofensiva montonera.