POLITICA
SEMANA 17

¿Qué es ésto de pagar para comprar un libro?

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Una feria es una feria. Un libro es un libro. Son vocablos antónimos. Como matería y espíritu. Como beso y balazo. Pero en vez de sincerar el oxímoron (como en Frankfurt los higiénicos germanos) nuestra Feria del Libro insiste en embaucar a los lectores. Se pavonea con edulcoradas frases sobre su apoyo a la cultura mientras en la puerta "la gansa popular" se "pone" o queda fuera del libro. Este mercantilista suceso se repite así de grosero cada año sin que se advierta en la Cámara del Libro y adherentes un apoyo a la cultura. En ninguna parte del país se paga entrada para comprar zapatos, calzoncillos, heladeras o una docena de espárragos. Pero en una parte del país sí se paga para ingresar (sic) a comprar un libro: es en la Feria del Idem.

Es un acto de bien acercar a los lectores consejos y primicias. Decirles que con lo que le cuesta la entrada a la Feria bien puede adquirir en cientos de sitios algún libro que le aclimate el alma y lo eleve de la medianía ambiente. Crease o no, la oferta mas espectacular de la Feria del Libro de cada año sigue estando ¡en las cientos de librerías "de viejo" de la ciudad!. El "Moby Dick" de Melville en dos tomos, traducido por Enrique Pezzoni, a 10 pesos. El "Matadero 5" de Kurt Vonnegut a 8, las "Vidas imaginarias" de Marcel Schwob, a 7.

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Cierto es (y se respeta) que sobre gusto hay mucho escrito. Es posible que usted prefiera "Elogio del placer" de Aguinis, el "Gaturro" de Nik o "El combustible espiritual" de Ari Paluch y tantos otros geniales libros de iniciación. En ese caso, a los 12 pesos que oblará por ingresar "al predio", deberá sumar los 40 a 60 que cuesta cada uno de esos ejemplares. Pienseselo. Cada uno escribe según le va en la Feria. (O en el Mercado, que eso quiere decir) A mi nunca me fue muy bien y por algo será. Pero no sangro por la herida. Lo que me iudigna es que se la publicite como si se tratase de un templo de la cultura y en su interior sea el tintineo del "plin caja" el que apague el sonido de las palabras. ¿Es el espíritu de la cultura el que regula el precio de los libros?. ¿También los pagos de derecho de autor?. ¿Se hacen estas preguntas los feriantes/mercaderes del libro?

Bien boquiabierto como iba de niño al Parque Japonés entro cada año al menos una vez a la Feria del Libro. Me emborracho con títulos, portadas, tipos de letras. Algunos me hechizan por su "ojo", como la Bodoni. Otros por parecerse a las bailarinas del Kirov, como la Frutiger. Pero fuese en aquel parque de juegos, o en esta Feria, resalta esa habilidad del nada por aquí, nada por allí, para darnos (cada vez más) gato por liebre. Best sellers, libros de autoayuda, golpes de efecto. Y sólo cada tanto, el trébol de cuatro hojas que uno espera de cada libro.

Hoy en un stand firma suspiros el más joven de los poetas éditos.En otro, un tímido editor provincial muestra sus papiros tatuados a la usanza de Gutenberg. Le dicen que se quedó en el ayer, que hoy se imprime con láser. Responde seguro: "Los libros antiguos duran por siglos. Los de láser se borraran en 20 años". No todo es tan terrible en la Feria del Libro. Hay libros para ver-tocar-y-comprar y hay libros que-no-se-pueden-tocar. Y hay uno que es a nosotros lo que el Quijote a los Sanchos de España. Esta joya literaria nacional contiene tantas fábulas como la imaginación puede crear entretejiendo a su gusto al reino animal con el reino vegetal. Es nuestro libro madre. El de mayor venta en todos los tiempos. El que más gozo nos da. Lleva 112 ediciones. Cuesta 149 pesos. Y lo firma Doña Petrona.

(*) Especial para Perfil.com