—¿Dónde está viviendo?
—Aquí en Buenos Aires, en Santa Fe y Suipacha.
—Todos en la avenida Santa Fe: usted a un par de cuadras, su padre aquí, donde ahora estamos haciendo este reportaje, y Elisa Carrió acá enfrente.
—En la otra cuadra. Hace un mes me crucé con Lilita, estuve dos veces con ella, charlamos y nos hicimos amigos, nos reconciliamos.
—Aquí está la biblioteca de su padre. Me gustaría recorrerla juntos.
—Sí, claro.
—Que su padre le haya dejado especialmente a Ud. su biblioteca es un símbolo. El tenía la clásica idea de que lo más valioso es lo que no se puede perder en un naufragio, los libros que uno lleva dentro a través de la lectura.
—Sí. Tengo que ordenarla todavía, porque tengo cerca de dos mil libros. Por supuesto, no los leí a todos, porque yo puedo leer cuatro o cinco por mes, con suerte. Lo que hago es que a medida que los voy leyendo los separo, los marco, como los diarios, y los voy dejando en un lado, porque así me resulta más fácil ir a ver dónde está la idea que desarrollaba o qué autor era el que la había planteado. No los tengo ordenados por autor, sino por los leídos y los que me falta leer. Leo dos horas por día.
—¿Fue un alivio la muerte de su padre para que él dejara de sufrir?
—Sí, tal cual. Fue un alivio porque estaba sufriendo y además, bueno, ya no podía hablar. Los últimos días le costaba respirar, estaba mucho tiempo dormido como consecuencia de la morfina, que había que ir aumentando las dosis porque él necesitaba más para tratar de mitigar el dolor. Creo que él fue consciente y me parece que toda la situación la tomó con mucha serenidad.
—Quedé impresionado con el rostro de su padre durante el velatorio: estaba mejor que en sus últimas apariciones públicas. ¿Usted también lo vio así?
—Sí. Incluso les dije a mis hermanos que lo veía mejor en esa situación y lo veía incluso más joven. Sí, tuve la misma sensación.
—¿Su hermana que vino de EE.UU. se va a quedar a apoyar a su madre?
—Se va a quedar un tiempo más. Las tres mujeres son las que más estuvieron cerca de él. Incluso nosotros teníamos nuestras actividades, yo era el que menos estaba, porque viajaba mucho por la política. Incluso los días en los que estaba más grave, un sábado o un domingo que jugaba Argentina, le dije: “Me tengo que ir a un acto en Malvinas y vuelvo mañana”. Me hizo así (el dedo pulgar hacia abajo) y me hizo un chiste: “Mañana pasaré a mejor vida”. Y me dijo además: “¿Un acto, en el horario de la Selección?”. Cuando terminó el partido preguntó por la cantidad de gente en el acto y le dijeron: “Quinientas personas había, viejo”. Y no había más de 150.
—Dos días antes de su muerte le duplicaron la dosis de morfina y, según usted contó, su hermana le dijo que era un antibiótico y él no les creyó.
—Sí, él le dijo: “Por qué no te callás”.
—¿Tomó conciencia de que eran sus últimos días?
—Sí, no lo decía, pero yo creo que sí.
—¿En ningún momento lo verbalizó?
—Sí, lo hizo el día del partido cuando me hizo el gesto del pulgar para abajo, como diciendo: “Yo sé que me estoy muriendo. Qué remedio para la neumonía”.
—Su padre rechazaba el populismo. ¿Podríamos decir que el populismo es directamente proporcional a la pobreza?
—Sí, en principio sí. En la medida en que existe mucha pobreza es más fácil que haya populismo. Habría que discutir bien qué es el populismo, porque conozco tantas nociones del populismo... En el fondo, el populismo es una concepción política a partir de la cual se procura satisfacer demandas de los sectores más vulnerables sin modificar las estructuras del poder. En este sentido, se parece bastante al neoliberalismo. Ninguno propone modificar las estructuras de poder. Ambos consideran que el asistencialismo debe ser un recurso permanente. No es lo mismo populismo que popular. Algo de popular tiene que tener el populismo. Pero en el fondo, el populismo no procura modificar la estructura de poder, sino tratar de mantener la paz social a partir de ciertas políticas asistenciales.
—¿Cuál es su opinión sobre las retenciones al campo?
—Creo que las retenciones, si bien hay que disminuirlas y establecer montos diferentes según sean pequeños, medianos o grandes productores, no pueden ser eliminadas. Habría que tratar de eliminarlas con el tiempo. Luego de la crisis financiera internacional, uno de los sectores que nos permitirían recuperarnos con mayor dinamismo son los vinculados con los productos primarios y no podemos distorsionar con intenciones fiscales la posibilidad de exportar y de conseguir reservas y generar divisas y trabajo. Pero eliminar las retenciones, como quieren algunos, a la soja, por ejemplo, sería hoy imposible. Hay que seguir estableciendo distintos niveles. Nadie que estuviera en el gobierno las eliminaría totalmente. Hay que ser muy sincero con lo que se viene.
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