El punto intermedio no atrae. Carrió y hoy Macri por necesidad, apuestan a ver quien se opone más a Kirchner para potenciarse. En los medios de comunicación se está a favor o en contra. Se es del palo de 6, 7, 8 y otros programas híper-oficialistas, o se integra el bloque de los “medios conservadores de club de Papel Prensa”. Poco periodismo, mucha militancia.
Sin embargo Cox y sus continuadores en el Herald durante la dictadura, hicieron lo contrario. Mucho periodismo. Eso es lo que me gusta de él. Y del pathos de aquel glorioso Buenos Aires Herald donde se era periodista para ser periodista y no conservador, progresista, marxista o el ismo que fuera. Lo que me identifica con aquel mítico Herald es que no defendían solo aquello con lo que coincidían ideológicamente. Su critica a la represión ilegal no provenía de un grupo de izquierda sino de liberales.
Desgraciadamente el ejemplo de Cox y aquel Herald no triunfó. Hoy se usa el horror de aquellos años con oportunismo político. Para herir aquellos no se doblegan frente al oficialismo. Y se ensucia a quienes no lo merecen como –y no casualmente– a los principales protagonistas de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep): Magdalena Ruíz Guiñazú y Ernesto Sábato. Se reescribe el pasado al servicio del presente.
No son muy originales, Walter Benjamin, en su “Tesis de filosofía de la Historia”, reflejó el calor que irradian los triunfadores del presente a cuyo amparo se guarecen todo tipo de especuladores, diciendo: “así como las flores se vuelven hacia el sol a fuerza de un secreto heliotropismo, así el pasado se esfuerza por volverse hacia el sol en el cielo de la historia.”
“Articular el pasado históricamente no significa descubrir el modo en que fue” porque “la verdadera imagen del pasado es fugaz”. Por eso se recomendó “a los historiadores que desean volver a vivir una época pasada, borrar todo lo que saben sobre el curso posterior de la historia”.
“Quienquiera que haya salido victorioso –decía Benjamin– participa hasta hoy en la procesión triunfal en la cual los poderosos del presente pasan por encima de aquellos que yacen postrados. Según la práctica tradicional, el botín es llevado a lo largo de la procesión. Este botín lo forman los tesoros culturales”.
Para él, “la rememoración no se contenta con evocar el pasado, sino que trata por el contrario de transformarlo, adquiriendo, de esta manera, un potencial utópico (…) si la historia no se reduce a la historia del grupo de los vencedores, y si el pasado no es sólo la reinvención de la tradición, y de los hechos orquestada por estos dominadores que han ganado, entonces la tarea del historiador critico consiste también en reivindicar y rescatar a todos esos pasados vecinos que, a pesar de haber sido derrotados, continúan vivos y actuales, determinando una parte muy importante de la historia”.
Eso mismo hizo Cox, a pesar de que Benjamin era marxista y Cox liberal. Cox no se contentó con contar la historia de los triunfadores de aquel presente: los dictadores. Como, estoy seguro, si hoy dirigiera un medio en la Argentina, no se contentaría con contar esta otra forma de historia oficial a la que hoy tratan de someternos.
Cox criticó lo que le parecía criticable de todos los bandos en pugna. Su comportamiento es un llamado de atención para los escépticos y una contundente muestra para los cínicos que toman a la honestidad intelectual del periodismo como una ingenuidad.
Cox es un ejemplo para las nuevas generaciones de periodistas. Si en medio de aquella violencia asesina, él pudo; la generación que lo sucede, nosotros, también debemos poder salirnos de la polarización a la que se nos busca arrastrar entre amigos y enemigos del gobierno, o de Clarín o de quienes resulten los protagonistas más destacados de cada momento del país. Cox hizo periodismo puro, imitarlo es nuestra obligación.