Se ha hablado mucho de él: desde sus romances con actrices y modelos, su habilidad para pronosticar el clima, sus pinturas y esculturas, su pasión por el cine fantástico hasta la invención de un planeta imaginario llamado “Xilium”.
Lo cierto es que Alberto Rodríguez Saá es mucho más que un político. Ante todo, se define a sí mismo como un “artista” y se identifica con la corriente del expresionismo abstracto.
Admirador de Jackson Pollock, Mark Rothko, Frida Kahlo y Antonio Gaudí, crea obras artísticas a partir de chatarra y elementos de descarte. Una de sus más recientes creaciones, “Troyana” es una escultura de nueve metros hecha con cucharitas y flaneras de hierro y acero inoxidable.
Perfil.com visitó al gobernador de San Luis en su departamento del barrio porteño de Retiro. Allí, acompañado por su actual pareja, la ex modelo y corredora de autos Delfina Frers, se prestó a una charla íntima sobre su faceta artística y mostró ante la cámara parte su obra.
Antes de empezar a hablar, Rodríguez Saá se pone cómodo en su sillón estilo Luis XV y le describe una escena de amor de la película “El cartero” a Frers. “Estar enamorado es el estado ideal”, le cuenta a Perfil.com quien también estuvo vinculado a Leonor Benedetto y Esther Goris, entre otras.
Autodidacta, el político comenta que nunca falta una tijera, un block de hojas y una plasticola en su equipaje cada vez que sale de su provincia natal. “Mi técnica es la deconstrucción”, cuenta. “Si encuentro algo que me atrae, lo recorto, lo rompo y lo vuelvo a armar”.
Es que Alberto Rodríguez Saá no es un artista de medio pelo. Expuso sus cuadros en galerías de arte en Italia, Alemania, Estados Unidos y distintos países de África. Sus cuadros incluyen manchones de café y sandía con trazos de birome encima, recortes de etiquetas de cerveza y vino, y postales.
A su vez, se declara un fanático de las películas de Stanley Kubrick y de Alfred Hitchcock, aunque confiesa que no le gusta el cine argentino.
Como última aclaración, el abogado cuenta que le pone “Xilium” a la mayoría de sus cuadros "para que no relacionen el nombre con ningún aspecto de mi carrera política". Y se queja de que muchos piensen que él inventó un planeta.
“Inventé un nombre que no tiene que ver con nada de la realidad”, dice. Y como si hiciera falta la aclaración, agrega, una vez más: "No existe un planeta que se llame Xilium y no hablo con ningún extraterrestre".
(*) Redactora de Perfil.com