La visita de Sergio Schoklender al Congreso ha provocado una polémica en la oposición, parte de la cual, alineada con Hermes Binner y Lilita Carrió, sostiene, como el kirchnerismo, que se trata del principal sospechoso del presunto desvío de dinero público y que, por lo tanto, no es creíble. Según esta postura, los diputados no deberían perder tiempo interrogando a Schoklender.
En realidad, es la polémica que suele darse cuando un jefe narco o un "capo mafia" decide, por diversos motivos que no suelen ser muy altruistas, testimoniar en contra de sus ex compañeros de andanza.
Ocurrió por ejemplo en 1984, en Italia, cuando el juez antimafia Giovanni Falcone logró el testimonio de Tommasso Buscetta, también conocido como "Don Masino", uno de los jefes de la Cosa Nostra, la mafia siciliana, que decidió colaborar con la justicia italiana "agraviado" por la ruptura de ciertos códigos por parte de los colegas con los que estaba enfrentado, como, por ejemplo, la matanza de varios de sus parientes.
"La familia debe permanecer fuera de las peleas entre nosotros", lamentaba Don Masino. La frase hacía mención a viejos códigos de la mafia que había sido quebrantados. Falcone, que era siciliano y conocía a este tipo de personajes, aceptó el testimonio; es más, lo provocó mientras algunos políticos vinculados al gobierno se preguntaban cómo podía confiar en semejante personale. La izquierda, en general, apoyó a Falcone.
Al final, la izquierda tuvo razón porque, gracias a ese testimonio, y a otros semejantes, Falcone pudo conducir un mega proceso judicial que envió a la cárcel a más de 400 mafiosos, que fue el preludio para otras victorias contra "la piovra", el pulpo, la mafia. Falcone fue asesinado por un grupo mafioso en 1992, pero sigue siendo recordado, no sólo en Italia, por su honestidad, su nobleza y su valentía.
Curiosamente, o no tanto, algunos de los que criticaron el testimonio de Don Masino tenían, según se supo, relaciones de diverso tipo con la mafia. La eficacia de ese tipo de testimonios, bien conducidos, se debe a que de otro modo resulta muy difícil penetrar las organizaciones que se arman para cometer delitos complejos como la mafia, el narcotráfico y el desvío de fondos públicos.
El problema en la Argentina es que el juez Norberto Oyarbide, a cargo de la investigación sobre las viviendas populares de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, no es Falcone ni lo quiere ser: tiene dormida la causa y ni siquiera llamó a declarar a Schoklender, que es uno de los principales sospechosos.
(*) Periodista y escritor, su ùltimo libro es Operación Primicia.