Néstor Kirchner está en operaciones desde el mismo momento en que se enteró que había perdido las elecciones. El desembarco del jueves 10 de casi 200 agentes fiscales y de Inteligencia a la sede del diario Clarín estaba planeado. Sin fecha, pero se iba a consumar como un ingrediente más de la presión por imponer una nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Así fue. Calculado. No fue un "error" ni el producto de una "imprevisión". Menos, un operativo "fuera de control" que no conociera Ricardo Echegaray.
La guerra sucia contra Héctor Magnetto se articularía a través de la AFIP. Se trataba de una decisión. La cuenta regresiva de su ejecución empezó en el mismo instante en que llegó a Olivos la confirmación de la "cumbre opositora" citada por Julio Cobos en el Senado. Kirchner se enteró 48 horas antes y enfureció. Y mandó a "apretar", su reflejo habitual.
Casi un acuerdo. El clima conspirativo, a esa altura, inspiraba a ambos contendientes. Hasta que, finalmente, todo se desencadenó . ¿La verdadera piedra de la discordia? Telecom. Puede sonar alocado. Pero el propio Kirchner lo admite ante los más íntimos: "La madre de todas las batallas no fue la Ley de Medios; fue Telecom".
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