La muerte del empresario Alfredo Pesquera podría cerrar, en alguna medida, la investigación por el crimen del financista Miguel Ángel Graffigna, pero expone, como en una novela negra, una red de delitos que vinculan deudas, obras de arte, y un doble homicidio todavía no resuelto.
Mientras la fiscal Paula Asaro pidió un allanamiento urgente en una vivienda de Ramallo en donde Pesquera habría pasado sus últimas horas, las dudas sobre su muerte -se presume un suicidio, pero no se descartan otras opciones- obligan a la Justicia a revisar más allá.
Pesquera llegó a los medios de forma azarosa: en 2000, su auto rozó el del cantante de cuarteto Rodrigo Bueno en la Autopista Buenos Aires – La Plata. La camioneta del músico perdió el control y volcó. Rodrigo y otro de los viajantes, el hijo del cómico Alberto Olmedo, Fernando Olmedo, murieron en el accidente.
Pesquera fue investigado por el incidente. Con la ayuda de su abogado, Fernando Burlando, fue absuelto.
Poco se había vuelto a saber sobre él, hasta ayer, cuando el juez Javier Ríos ordenó su detención y pidio captura nacional e internacional por considerarlo sospechoso de la muerte del financista Miguel Ángel Graffigna.
Quién era. Graffigna apareció muerto el 8 de junio de este año en el interior de su auto, un Peugeot RCZ, encontrado en el barrio porteño de Villa Ortúzar. El financista tenía un disparo en la cara. El auto, indicios de que en su interior hubo una pelea. Junto al cuerpo se encontraron las fundas de cuatro teléfonos celularres que pertenecerían a la víctima, pero los equipos móviles no estaban.
El cadáver estaba recostado sobre el asiento del acompañante, con las piernas sobre el del conductor, y además del balazo presentaba signos de haber sido golpeado.
La pista que llevó a la fiscal Asaro -la misma del caso Ángeles Rawson- a investigar a Pesquera se centró en un GPS, un cabello y la compra de un arma.
Según la investigación, mediante el GPS del auto de Graffigna se determinó que la puerta del entonces domicilio de Pesquera, en la calle Tronador, resultó el último lugar donde el financista paró un minuto antes de estacionar a 15 cuadras donde fue asesinado.
Cientos de llamadas, mensajes y correos electrónicos, más documentación hallada en el baúl del auto de la víctima, permitieron a la fiscal Asaro acreditar que Graffigna administraba negocios del empresario y luchador Jorge “Acero” Cali.
De acuerdo a lo recabado por la fiscal, el financista le propuso a Pesquera que aportara dinero para un espectáculo que Cali tenía previsto montar en el Luna Park y de esta manera comenzar a saldar una deuda.
La sospecha de las pesquisas es que Pesquera se negó a desembolsar ese dinero y no descartan que al comunicárselo a Graffigna, se haya tensado la relación.
En el marco de esa hipótesis, no descartan que, en medio de una violenta discusión, Pesquera le hubiera arrematado el arma al financista para asesinarlo de un balazo en el rostro.
Dudas. El homicidio de Graffigna estuvo plagado de incertidumbre. Si bien su círculo íntimo reconoció que se dedicaba a realizar diversas asesorías y operaciones financieras, el pasado del hombre pesó en las hipotesis.
Graffigna había liberado en 2011 tras estar acusado del crimen de una pareja swinger asesinada en 2004 en Villa Elisa para, supuestamente, robar un cuadro de Picasso.
Graffigna había declarado ante la Justicia su inocencia en el doble crimen y acusó del hecho a la madre de su expareja, la actriz porno y bailarina Romina Iddon Silva. La mujer había sido detenida por el robo de un cuadro de Quinquela Martín durante un incendio intencional en una dependencia municipal de Bahía Blanca.
Iddon Silva declaró a la Justicia que, en el marco de un encuentro swinger, Graffigna golpeó con un palo de béisbol a Nicolás De Souza ocasionándole la muerte y luego atacó a Zárate, a quien ató a una silla y rodeó con cinta de embalar hasta asfixiarla. Según Graffigna, los dichos de su expareja tenían un único motivo: quedarse con la hija que tenían en común.