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Un año perdido y otra década despilfarrada

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Cuando ya se está pisando el último trimestre del año, la economía argentina no parece reaccionar y el gobierno se encuentra enfrascado en un callejón sin salida, inmerso en debates estériles. Su anacronismo conceptual impide que el país pueda aprovechar algunas de las ventajas que ofrece el mundo y nuevamente, la Argentina se paraliza, desperdiciando tiempo y dinero.

El absurdo rige al país y la administración Kirchner es apenas una mueca frente a una caída sin freno. Todos los indicadores económicos, a pesar de las estadísticas fraudulentas del INDEC, muestran caídas y cuando menos parálisis en todos los sectores de la economía.

Actividad, ventas, recaudación, situación fiscal, industria, agro, exportaciones, importaciones, construcción, empleo, todas muestran signos negativos mientras el gobierno continúa mirando hacia otro lado. El FMI sólo vino a confirmar lo que está ocurriendo a diario y lo que está soportando la sociedad argentina.

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Hace seis meses que la administración Kirchner está obsesionado con sacar una ley de medios con la que intenta callar y controlar las voces opositoras de un sistema de comunicaciones cavernícola. Por caso, ¿qué sentido tiene intentar el control de una porción de los medios de comunicación, ante el avance arrollador de los canales de Internet? Una vez más, la dirigencia argentina no sólo muestra su incapacidad sino su obsolescencia y su carencia cultural. Fútiles intentos de un régimen decadente.

El año está terminado…y perdido. No hubo señales de generar siquiera expectativas favorables. Peor aun. El conflicto en el caso Kraft Foods dejó al desnudo no sólo la incapacidad oficial sino la temeridad del gobierno frente al desborde de las protestas. Con una parálisis, rayano a la complicidad, el gobierno no controló la situación y la protesta social salió de cauce, desbordando incluso a la burocracia sindical, un brazo extendido del aparato oficial.

Pero el absurdo no encuentra límites y el conflicto ya se trasladó al terreno diplomático, no sólo encendiendo las luces de alerta en la legación de Washington sino también en las embajadas europeas.

Lejos de oficiar como mediador, el gobierno parece haber tomado partido por la insurgencia obrera frente a la decisión patronal.
Por estas horas, las probabilidades de un cese de actividades del gigante alimenticio norteamericano en el país, se incrementaron notablemente. "Hay otros países que ofrecen un mejor clima de negocios", razonan en círculos empresarios. "Con un nivel de actividad cada vez más pequeño y con un gobierno hostil, la decisión de la casa matriz puede caer en cualquier momento", completan.

Sin embargo, comienzan a resurgir los crónicos problemas de todos los gobiernos en las últimas décadas: una vez pasado el ciclo de crecimiento, el déficit fiscal se convierte en una pesadilla para cualquier administración y sistemáticamente el resultado concluye en una nueva y reiterada crisis.

Más allá de los proyectado en el presupuesto 2010, el rojo fiscal se agravará de manera aguda porque la actividad económica demorará en reaccionar. Las cosechas serán sustantivamente menores y la demanda global doméstica se verá afectada por la suba del desempleo que aportará también menos recursos a la seguridad social.

Con estos dos factores, en declinación los ingresos fiscales van en el mismo sentido y la caída de ingresos será aún más pronunciada ya que gran parte del sistema tributario está atado a estas variables y está sentado sobre una cuestionable estructura de anticipos de pago.

Pero el autismo oficial parece no tener límites y contempla para 2010 un superávit financiero. Los cálculos más optimistas estiman que el rojo fiscal consolidado -nación y provincias-, se ubicará largamente por encima de los 10.000 millones de pesos.
A esto hay que agregarle que la ejecución de las obras públicas no están incluidas en el resultado fiscal ya que según reza el proyecto oficial "serán tratados presupuestariamente como adelantos a proveedores y contratistas hasta su finalización".
En una clara ficción contable, los adelantos están contemplados en la cuenta aplicaciones financieras que recién se contabilizan como gasto cuando la obra se encuentre finalizada. Pero en rigor, los gastos de infraestructura son gastos de capital y deben contabilizarse como gasto presupuestario.

Pero además como un coletazo de los superpoderes, el proyecto le permite al Jefe de Gabinete incrementar el gasto sin necesidad de pedir permiso al Congreso, una tentación sin límite.

Mientras los ingresos caen, a pesar de la estatización de los ahorros previsionales, el gasto se expande a una velocidad inédita, alimentado por los déficit generados en las empresas estatizadas, con lo cual el rojo fiscal que hoy supera los 2.500 millones de pesos en 2009, tiende a ensancharse. Más gasto, menores ingresos, con una presión fiscal insostenible para los sectores formales de la economía y sin financiamiento externo.

EL 2009 ya está perdido. Una vez más se desperdició una oportunidad histórica durante la primera década de este siglo. De nuevo, otra generación camino a las ruinas. ¿Hasta cuándo?

(*) Agencia DYN