La esposa de Jorge Capitanich, Sandra Mendoza, es una mujer polémica. En su rol de legisladora fustiga a propios y ajenos. ¿Cómo sería de primera dama?
Sería imposible no hablar de doble comando, como ocurre con Néstor y Cristina Kirchner. Mendoza lleva la política en la sangre y se inmiscuye en los asuntos de gobierno provincial. Los ministros de su marido tiemblan cada vez que habla de ellos: ya pidió la renuncia de la cartera de Gobierno, Jorge Alcántara, porque no cuidó a "Coqui", como llaman cariñosamente a Capitanich, de un escrache de ruralista que lo llenó de huevazos.Este no fue el único exabrupto con los colaboradores de su esposo. También arremetió contra el ministro de Salud, Alberto Holzer, al que calificó como "babosa embarazada" por su lentitud en la gestión y llevó a la justicia por "inepto e inutil", e incluso insultó a una legisladora de la oposición durante una sesión. Por lo que sería casi imposible no verla en el Congreso de la Nación o condenando por los medios a los que no trabajan rápido y eficientemente.
No caerán sobre ellas quejas por sus lujos a la hora de vestir. La esposa de Capitanich prefiere un estilo simple, poco llamativo y para nada suntuoso. Sin embargo, nunca pasa desapercibida porque es una verdadera mujer de hierro que, lejos de cualquier protocolo, defiende a los gritos, si es necesario, a su esposo, así como Néstor Kirchner lo hace con Cristina. Y tampoco se podrá decir que no conversa con la gente, pues, en Chaco, suele recibir a los ciudadanos en su despacho para interiorizarse de sus problemas.