POLITICA
Profundizacin del cambio?

Una frontera difusa entre Cristina y Néstor

El anuncio de la conformación del gabinete que acompañará a la presidenta electa fuesu primer acto de gobierno y, por ende, la primera señal que permite una lectura inicial del color que podría tener su gestión.

0102kirchner468
| CEDOC

El anuncio de la conformación del gabinete que acompañará a la presidenta electa Cristina Kirchner fue el primer acto de gobierno de la senadora y, por ende, la primera señal que permite una lectura inicial del color que podría tener su gestión.

La "profundización del cambio" fue el lema que impulsó cuando era candidata y su gesto primigenio tuvo más impresión de continuidad que de modificación.

Claro que siendo la esposa del hasta ahora presidente, Cristina no tenía muchas chances para mostrar una voluntad más fuerte por presentar a la ciudadanía la imagen de un gobierno nuevo: si eso hiciera, de alguna forma estaría desvalorizando lo hecho por su esposo.

Las opciones que tuvo Cristina para aplicar su sello propio, el que todavía no se conoce, estuvieron reducidas a una idea: la de desdoblar el ministerio de Educación. La decisión fue bienvenida, porque casi todos los candidatos, leyendo un reclamo de la gente, reconocieron que la crisis de la educación es la base de todos los males que afectan al tejido social del país.

La presidenta electa no dejó de vincular en su discurso a la inseguridad y a las persistentes diferencias sociales con la falta de acceso a una educación real, más que la formal que, como ha continuado inalterable, demostró estar vacía de contenido.

La otra novedad en la constitución del nuevo equipo la dio el designado ministro de Economía, Martín Lousteau, que le había caído bien a Cristina en una visita en la que coincidieron en España.

Tal vez la designación del joven economista fue la mayor sorpresa, aunque sólo por el nombre elegido, y no tanto por el fondo de la cuestión.

Después de Roberto Lavagna, el kirchnerismo optó por "blanquear" la situación y poner en el Palacio de Hacienda a hombres o mujeres de muy bajo perfil político, solamente con características de buenos técnicos aptos para armar los números que le dictaba desde la Casa Rosada el presidente Kirchner, que de hecho demostró ser el verdadero conductor de esa cartera.

La vocación del hasta ahora presidente por el manejo directo de la economía se revela en cada una de sus palabras. Cristina Fernández no estrenó su responsabilidad de mandataria electa con personalidad propia, pero en definitiva, nunca se conocieron los límites políticos e ideológicos entre las dos partes del matrimonio.

Los dos, cuando estaban fuera del poder de la Nación, se mostraban críticos, contestatarios, valerosos a la hora de oponerse al presidente de turno. Al ascender al trono de la Casa Rosada, Néstor y Cristina parecieron haber concentrado su capacidad de beligerancia en una batalla inútil contra la prensa.

Cristina piensa igual que su marido respecto del denominado "cuarto poder": con la forma estricta de manejar la cosa pública e impedir cualquier disidencia interna, la prensa sigue siendo el único grano que molesta a los esposos Kirchner. Es que gracias a la acción de los medios fue que se descubrieron algunos escándalos con sospechas de corrupción dentro del propio seno del gabinete. Así, por acción de una denuncia periodística, Felisa Miceli tuvo que dejar el ministerio de Economía, lo que además demostró que no variaba en un ápice la política para el sector, que ya por entonces había asumido directamente el primer mandatario. También la prensa no ha dejado en paz al hombre más poderoso del gabinete, que continuará: el ministro de Planificación, Julio de Vido.

Lousteau, por más virtudes que tenga o se le asignen como economista, no parece que con su corta experiencia en el manejo de cosas políticas y su corta edad pueda hacerle frente a la futura mandataria si alguna vez no compartiera alguna directiva: al parecer, los Kirchner se aseguraron con su nombramiento de contar con alguien que no genere ningún conflicto ni reclame por sus propios proyectos.

Al menos así quedó demostrado cuando dejó trascender que no le incomoda la eventual continuidad del polémico secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y de los consiguientes desaguisados en el INDEC.

La segunda etapa de la era kirchnerista entra en acción con los mismos nombres fuertes que tuvieron predominio en los primeros cuatro años de esta gestión que al menos el matrimonio imagina continuando en un tercer mandato, intentando crear una verdadera dinastía en la Argentina.

Julio de Vido, Aníbal Fernández y Alberto Fernández serán los mismos hombres "fuertes" del gabinete de Cristina y son ellos quienes garantizan que seguirá más de lo mismo.

Tendrá sí, que haber algún retoque cosmético, pero ni siquiera allí parece alcanzar todavía la mano de una Cristina que hasta ahora no demostró ambición por diferenciarse de su esposo.

Ningún radical K que resignó prestigio, honorabilidad y conducta para pasarse a las filas del oficialismo aparece con algún tipo de premio formal, como algún nombramiento. La concertación, quedaba claro ya desde hace mucho tiempo, tenía el único propósito de sumar votos.

Dicen que queda en manos de Cristina el dibujo de una nueva política internacional, uno de los lados más débiles de la administración de su esposo. Si lo lograra, sería un importante punto a favor de la "profundización del cambio", porque el aislamiento internacional en el que Kirchner colocó al país, con el inefable Hugo Chávez -el que nunca se calla- como único aliado fue tal vez uno de los errores estratégicos más graves de la actual gestión.

Con la "profundización del cambio" vendrán también los demorados ajustes en las tarifas públicas; vendrá la prueba crucial sobre el desempeño de las reservas de energía para afrontar un verano que se preanuncia como tórrido, y vendrá el reacomodamiento de las fuerzas de la oposición, golpeadas por el abrumador triunfo de la candidata oficialista.

Se espera también una etapa que estaría marcada por la confrontación con los gobernantes de la oposición que desafiaron y vencieron al kirchnerismo en el interior del país, y ni hablar con la guerra que ya se desató contra el jefe de gobierno porteño electo, Mauricio Macri.

La "batalla" contra la oposición, por el momento, se centró en la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió. El kirchnerismo parece no estar nunca conforme con el triunfo: cualquier señal de crítica o irrita como si se pudiera poner en jaque el enorme poder que ha sabido construir.

Habrá que ver si Cristina tendrá margen para ser ella misma como presidenta, o si lo que se ha planteado es la continuidad de una corporación política en la que sólo cambian los nombres, para asegurar que el poder que ostentan no sufra ni la menor fisura.