El australiano Julian Paul Assange director del sitio WikiLeaks en un abrir y cerrar de ojos ha creado el mayor "reality show" a nivel universal, en el que participan cientos y miles de ricos y famosos y todos, absolutamente todos, los poderosos de mundo, hayan sido sus poderes, famas y riquezas bien o mal habidas, que en eso no se hace asco alguno.
Y ahí van todos tras el joven Assange, a quien quieren apresar por permitirnos al restos de los mortales y en particular a los ciudadanos estadounidenses, que son los que pagan los sueldos de los funcionarios del Departamento de Estado, informarnos de temas que nos atañen a todos. En todo caso si quieren detener a alguien, que sea al funcionario del Departamento de Estado que filtró los documentos y ya de paso que ajusten las medidas de seguridad para que no les pase otra vez. Y al mismo tiempo, agradezca a WikiLeaks que indirectmente les advirtió sobre el problema que tenían en materia de "filtraciones". Si el interés es meter preso a Assange podría buscársele por el lado del no pago de los derecho de autor a la gran mayoría del cuerpo diplomático de los Estados Unidos protagonistas de este sainete; de este "gran reality show" en el que la prensa escrita, quizás sin cotejar mucho y con pocos reparos, también se ha involucrado con demasiado entusiasmo y espacio de más.
Que los documentos son "jugosos", es innegable, como también lo es la torpeza de la diplomacia estadounidense. Torpeza que es peligrosa con resultados perjudiciales generalmente para "los otros". Ahora, en lo esencial no agregan nada novedoso. Quien hace medio siglo leyó "Una nación de borregos" (A nation of sheep) de William J. Lederer, tuvo claro cómo se manejan las gentes del Departamento de Estado. Cada tanto además aparecía un libro, un informe periodístico, alguna investigación del congreso, dando pautas sobre cómo son las cosas.
Cuando el Presidente Franklin D. Rooselvet dijo que Anastasio Somoza García "es un hijo de perra, pero es nuestro hijo de perra" fue en respuesta a un informe diplomático sobre la situación imperante en Nicaragua en esos momentos. ¿Cuántos informes diferentes habrá habido sobre las múltiples tareas que cumplió Noriega en los distintos cargos que ejerció en Panamá? ¿Qué habrá informado Valenzuela sobre su visita a Ortega, con quien Estados Unidos está tan contento por su lucha contra el narcotráfico?
Yo recuerdo en 1999 en Washington al entonces embajador de Estados Unidos en Venezuela, John Maisto, "molestarse" por los preguntas "duras" que hacíamos a un joven Hugo Chávez. Estos documentos no muestra cosas diferentes. Siempre ha sido más o menos así. Se sabían a cuenta gotas y ahora se muestran todas juntas y 10 o 20 años antes. Le "queman" el libro que más de un funcionario iba a escribir en su retiro, en alguna playa del Caribe o Sudamerica. Da lugar a que Fidel, Evo o Correa aprovechen para decir sus acostumbradas tonterías y los pone a los estadounidenses desnudos en el escenarios todos a la vez. Como aquella vieja obra, Oh! Calcutta!.
Todo muy lamentable, muy triste, los documentos, su contenido, las aclaraciones, las disculpas.
Es preocupante, pero no gravísimo. El show muestra y nos habla del nivel, de la estatura de los dirigentes, y en función de ellos son sus cancilleres y embajadores, pero aún puede ser peor si la prensa se distrae con el ruido y el titulo fácil. Pueden volver la redadas, como las hubo, tapadas por noticias con mas gancho; más de uno encumbrado por "las disculpas" puede sentirse fortalecido y avanzar contra la gente, esto es contra sus derechos. Por eso la prensa, que siempre es la ultima reserva, no es bueno que se distraiga.
A veces puede pasar que si uno se distrae demasiado en la ventana mirando los fuegos de artificios, le desvalijen la casa por la puerta de entrada.
(*) especial para Perfil.com.