POLITICA
Ricardo Lpez Murphy

"Yo no tengo conflictos personales con nadie"

De chico era asmático. Su padre fue jefe de Policía de Illia. Admira a Sarmiento, Alberdi y Sáenz Peña. Se ve como el Lagos argentino. Sueña con una coalición de centro. Cree que con Botnia “el Gobierno se durmió”. Confía en su convivencia con Macri. No le molesta que le digan “bulldog”. Y así habló.

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NI CONSERVADOR NI SOCIALDEMCRATA. As se define y dice que su partido es parte de una confederacin internacional con sello europeo. Juzga que Videla no pes ac tanto como Pinochet en Chile. | Cedoc
Desde los ventanales de las oficinas del Dr. Ricardo López Murphy, observamos la densa vecindad del microcentro de la ciudad con sus torres y sus cúpulas hoy envueltas en la bruma de una tarde de verano.
El líder de Recrear desafía el calor bochornoso con el mate que parece acompañarlo siempre:
—¿No le importa si mateo un poco? –pregunta educadamente, mientras nosotros preferimos el café y, por supuesto, conocer su pensamiento.

—Doctor, si tuviera que hacer un mapa político de la realidad argentina, ¿usted se colocaría en la orilla, en una península, en territorio firme, en el centro del territorio...?
López Murphy no duda:
—Allí, allí. Vamos a eso. Al centro. Yo creo que lo que el país necesita es una propuesta modernizadora. Me parece que muchos de los debates que sostenemos tienen un tufillo anacrónico. Para marcar las categorías clásicas, mi visión me lleva a ubicarme cerca de los partidos centristas europeos y, más aun, en los congresos y convenciones internacionales. Yo pertenezco a una confederación internacional formada por fuerzas centristas que no son ni conservadoras ni socialdemócratas. Eso es lo que soy yo. En la Argentina la cosa es un poco más compleja porque, a veces, las discusiones nuestras se refieren a cosas muy anacrónicas que ya nadie hace ni practica en el mundo. Yo recuerdo siempre, en la campaña electoral del 2003, un reportaje muy incisivo de Jorge Lanata en el que yo le pregunté: “De todos los candidatos presidenciales, ¿a quién ve más cerca del presidente Ricardo Lagos, de Chile?”; y Lanata, sin titubear, me contestó: “Usted”. Además de ser impactante, esto era verdad. Entonces, ahí me ubico porque mi aspiración es que la Argentina tenga un debate diferente al que se da en este momento.

—Diferente, ¿cómo?
—Yo diría que más argumental. Menos descalificante. Con menos prejuicios y más propuestas. Articulado para resolver problemas. Un debate realista y no sobre sueños; que esté dirigido a cambiar nuestra realidad. Yo siempre trato de mirar hacia las personas que hicieron grandes transformaciones entre nosotros: Sarmiento y Alberdi. Mitre y, si usted quiere, también Pellegrini, Roque Sáenz Peña. Todos ellos tenían por supuesto un alto nivel intelectual pero, a la vez, una vocación para resolver problemas. Y éste creo que ha sido nuestro déficit enorme desde que volvimos a la democracia. Ya sea por lo traumática que era nuestra situación económica o por la dificultad de la ciudadanía para entender los dilemas que enfrentábamos, lo cierto es que todo fue muy difícil. Entonces, me gustaría que el debate fuera de otro tipo. Como es en Chile, en Uruguay o en Brasil. También en México, aunque es más sofisticado que aquí.

—No sé cómo lo vivió usted pero a mí me resultó una desagradable sorpresa comprobar la adhesión que todavía concitó Pinochet en sus exequias.
—Yo tiendo a pensar que ésos son segmentos muy polarizados. Si usted observa el espectro chileno, los candidatos de centroderecha que estuvieron al borde de ganar la elección, no estuvieron allí. O sea que me parece que la adhesión a Pinochet refleja a un segmento muy particular de los enfrentamientos de comienzos de los 70. No me parece que esos sectores estén en el entramado del sistema político chileno actual.

—¿Usted piensa que, por ejemplo, si falleciera Videla se daría una situación semejante en la Argentina?
—No. Son personalidades distintas. Videla y Pinochet eran diferentes. Videla estuvo mucho menos años en el poder y no tuvo la influencia decisiva ni la presencia que Pinochet incluso proyectó en la sociedad chilena moderna. Nos guste o no, nos parezca bien o mal, creo que Pinochet dejó un rasgo fuerte en la sociedad chilena. Hasta sus más enconados adversarios lo han admitido.

¿Le molestó que, en estos últimos días, el radicalismo haya afianzado su alianza con Lavagna?
—No. Yo creo que el país necesita claridad. ¿Qué quiere decir claridad? Bueno, para mí, tener una explicación para los problemas que hemos sufrido. Observar de dónde vienen. Por qué razón ocurrieron y contar con una visión hacia adelante de qué es lo que queremos hacer. Necesitamos reglas que nos permitan interactuar.

—¿Es por eso que, hace unos pocos días, firmó con Macri un pacto de convivencia?
—Es como en el matrimonio –se sonríe–. En el matrimonio hay normas para interactuar y las fuerzas políticas necesitan normas. ¡No pueden ser gregarias ni ser bandas! Deben contar, repito, con normas y reglas. Desgraciadamente, en Argentina, la explosión del sistema político nos hizo perder los anclajes tradicionales. Cuando esto ocurre, todo parece girar alrededor de qué candidaturas se van a apoyar y yo creo que éste es un error inmenso. Tenemos que saber cómo contar nuestra historia, tenemos que saber cómo racionalizarla y finalmente, mostrar adónde queremos ir. En el fondo, la vida es un relato. Y espero que nadie se enoje cuando digo esto, pero esa visión de “hacia dónde vamos, cuál es la Tierra Prometida, cuál es el objetivo que tenemos” debe estar acompañado por un programa. Y para esto es necesario interpretar ese relato y elaborar normas y programas. Si Homero viviera, usted no lo llamaría para hacer de Hamlet en la obra de teatro, ¿verdad? Y lo que quiero decir con esto es que usted no puede interpretar las candidaturas con independencia del relato, las normas y el programa que se van a seguir. Me parece que hemos estado demasiado concentrados, muy prematuramente, en discusiones de nombres fuera de un entramado político adecuado. Pero, que hablen todo lo que quieran. Yo no tengo conflictos personales con nadie.

—Pero volviendo a ese mapa imaginario en el que usted se sentía cómodo en el centro del territorio, ¿cómo se ubica con relación al radicalismo?
Lopez Murphy pesa sus palabras:
Usted sabe que vengo de una familia con una larga accion cívica dentro del radicalismo. Yo mismo lo he hecho así. Mis abuelos acompañaron a Hipólito Yrigoyen, mi padre fue dirigente, legislador y jefe de Policía de Illia. Tuvo una larga actuación; y yo fui convencional nacional, fui ministro... O sea que tengo la cultura radical metida en mi concepción de vida. Eso nunca estuvo en discusión.

—Por eso a mí me desconcierta verlo tan lejos en el mapa que estamos dibujando.
—No... No... si usted recuerda a quién he citado recién (Alem, Sáenz Peña)...Nunca le he ocultado a nadie que en la presidencia de Alvear la Argentina alcanzó su máximo nivel de desarrollo en comparación con el resto de los países y nunca he minimizado mi respaldo a la importancia de las instituciones. Jamás me van a ver llamando a tomar un atajo de las instituciones porque, justamente, creo que son las instituciones las que evitan que la convivencia sea una selva. Son un valor muy central y, en realidad, ése fue el programa histórico del radicalismo. Mire, cuando Hipólito Yrigoyen asume, lo incluyó en su programa que era ni más ni menos que la Constitución Nacional. Y le digo, un siglo después, si tuviera que volver a ser candidato a presidente de la República, yo usaría las mismas palabras que Don Hipólito. En ese sentido mi cultura es ésa. Si yo he discrepado y hubo razones por las que me alejé de la UCR, eso lo he hecho fue con enorme dolor. Fíjese que yo me llamo Ricardo e Hipólito. Ricardo por Balbín en el momento en que estaba detenido por defender sus ideas. Que compromiso vital, ¿no? ¿Y por qué me alejé? Bueno, yo escribí una larga carta de renuncia explicando mis razones y fue doloroso para mí. No me alejé para acomodarme en la alfombra roja del poder. Me alejé, en cambio, para formar desde la nada una fuerza política a nivel nacional. Y fue una tarea gigantesca.

—¿Y cómo anda su relación con el PRO de Macri?
Con ese típico falsete en la voz, López sobrevuela el microcentro con la mirada y luego dice:
—Yo tengo una buena relación con ellos y diría que en términos...

—Se lo pregunto porque ustedes tienen una discusión en cada distrito acerca de las condiciones de igualdad en las elecciones internas... ¡Menos mal que han firmado un pacto de convivencia!
—Sí, yo creo que tuvimos históricamente en Propuesta Republicana un cierto déficit de normativas, de coalición. Y eso es algo que reconocemos tanto Mauricio Macri como yo. Estamos en un proceso de construcción, de normas de coalición más sofisticadas que las que teníamos. Normas que eviten la arbitrariedad, la unilateralidad. Yo sueño con una coalición como las que se arman en Alemania o en Chile para estar más cerca. Yo miro mucho el ejemplo chileno porque creo que Chile ha sido el más exitoso de todos nosotros. Ha logrado reducir muy fuertemente la pobreza, insertarse en el mundo. Chile ha logrado un verdadero estado de derecho respetando a la sociedad civil. En Chile no hay una sociedad que esté pendiente de si el presidente la va a perseguir o estigmatizar o prohibirle las exportaciones. ¡Quizás hacerle alguna otra maldad...!

—¿Cuál fue su análisis del paro del campo que acaba de finalizar esta semana?
Yo creo que el campo ha expresado legítimamente su desagrado no sólo por la discriminación histórica (y se lo pongo en términos sencillos). El campo recibe un tipo de cambio que es la mitad del resto. Bien medido me atrevería a decir, incluso, que recibe menos de la mitad del resto. Es un sector muy discriminado. Pero no es sólo eso. Dé por sentado que es un error estratégico argentino. Cuando las circunstancias internacionales mejoran no se lo puede seguir esquilmando. No se pueden cambiar las reglas de juego. No se puede “cartelizar” la demanda del campo (como lo está haciendo el Gobierno) para bajarles los ingresos a los productores. Para serle franco, ¡no me explico cómo los productores no están más enojados! ¿Cómo tienen esa bonhomía?

—¿Usted cree que hay un elemento clasista en la relación Gobierno-campo?
López Murphy es terminante:
—No, no. No me parece. Pienso que el Gobierno está tratando de hacerle creer al país la visión de que el campo son los ricos.... Y eso es totalmente falso. Los ricos de verdad ¿sabe lo que tienen? Los barcos flotantes del Puerto; los casinos en el Hipódromo de Palermo. ¡Esos son los ricos! –se enoja–. Y cuando la ministra Miceli compara quién tiene renta alta.... bueno... ¡que compare a los jubilados con lo que ganan los casinos de los amigos del Gobierno! Eso es lo grave en nuestro país. Esas concesiones otorgadas por privilegio, por mecanismos espurios y prebendarios. Esta sociedad nuestra no tiene mecanismos de control y balance. No se toma en cuenta que un ternero tarda tres años en rendir. Yo estoy dispuesto a ir a un debate con todos estos temas nada más que para probar que los argumentos que usa el Gobierno son todos falsos. Y que los privilegios, repito, en esta sociedad no están en el campo, que está muy castigado. Por otro lado, el sector agropecuario es de los más modernos de nuestra sociedad. Si alguien piensa en el campo con el concepto de una extensión agropecuaria de comienzos del siglo XX, quiere decir que nunca estuvo en una estancia o en una chacra. Hoy son toda gente ultramoderna. Empresarios muy preocupados por la revolución que han hecho en la genética y en la productividad. Los funcionarios del Gobierno no tienen la menor idea de lo que ocurre en el campo y eso genera prejuicios...Aunque, a decir verdad, no sé si esos prejuicios son auténticos. No sé si no han descubierto que, comunicacionalmente, crear ese conflicto es algo que termina por producir un antagonismo artificial. Trabajan de Rintintín. ¡Ellos son los buenos que protegen al pueblo y lidian con los malos!

—A propósito de concepciones, ¿piensa que hay alguna salida en el tema Botnia-Uruguay?
—En mi opinión, desgraciadamente, el Gobierno se durmió. Cuando todavía había tiempo, allí por el 2003 o 2004, de buscar una solución apropiada, ellos estaban distraídos. Si seguimos la saga de los acontecimientos, encontramos allí comunicaciones del Parlamento argentino al jefe de Gabinete, etc. Me parece que dieron un curso a los acontecimientos muy distinto del que siguieron después. Sinceramente, creo que podríamos haberlo hecho mucho mejor. Tanto Argentina como Uruguay. No haber llegado nunca a este nivel de confrontación, de rencor. Ahora tendría que aparecer un estadista, alguien que se haga cargo de los errores que se cometieron. Alguien que esté dispuesto a absorber las culpas y la responsabilidad. No lo veo a Kirchner en esa actitud. Más bien tratando de que sea culpa de otro. Creo que ahora, entre otras cosas, está pesando el tema de la contaminación visual. La foto, que todos hemos visto, de la Pastera frente a las playas de Gualeguaychú. Esa foto es dramática. Me parece que hoy, éste es el tema central. Si se hubiera trabajado a tiempo entre los gobiernos posiblemente se habría podido encontrar otra localización que combinara los intereses de las partes.

—Se habla mucho de usted, López Murphy. Se habla mucho de un posible Frente... ¿Usted cómo se ve en el 2007?
—Creo que nosotros tenemos que terminar de desarrollar nuestra fuerza y nuestra coalición a lo largo de toda la patria. Organizativamente, esto es muy importante. Tenemos que lograr transmitir un programa y una gestión legislativa eficaz. Tenemos, también, que exhibir cuadros más amplios que los líderes naturales de esta coalición. Y tener, por supuesto, la suficiente apertura como para entender que el país necesita una profunda renovación de su liderazgo político. Ir para adelante y no quedarse en el “menjunje” de siempre.

—¿La Dra. Carrió sería “menjunje”?
—No. Yo no asociaría nunca a la Dra. Carrió con el pasado. Al revés. Ella, al igual que nosotros, expresa esa inmensa necesidad de renovación de la política, de pensarla de otra manera. Creo que tanto ella, como Patricia Bullrich, como nosotros estamos buscando una estructura de organización que no esté vinculada al rol parasitario de la política argentina. ¡No puede ser que hacer política sea sinónimo de algo espurio! Si no es una actividad respetada significa que algo se está haciendo muy mal.

—¿Cómo ve al socialismo en el mapa imaginario?
—Tengo una altísima opinión de Lifschitz, intendente de Rosario. Ha sido un muy buen administrador y ha despertado el reconocimiento de mucha gente que piensa como nosotros. Le aclaro que no soy socialdemócrata ni quiero serlo, pero el señor Lifschitz me genera un gran respeto.

—¿Siempre sigue nadando, López Murphy?
—Intensamente. Y esto tiene tres razones: cuando yo era muy chico era asmático y en aquellos años, las técnicas médicas recomendaban la natación para que se ampliara la capacidad respiratoria. ¡Por eso terminé con este tamaño de torax! –el gigantón deportista se ríe con ganas–. Luego, es un deporte que a esta altura de la vida, me impone menos riesgos que otros y, finalmente (y estoy haciendo una confesión valiosa para mucha gente), debo confesar que hay pocas cosas que despejen la mente como la natación. Si usted, en una pileta tranquila, nada una hora o algo más, le puedo asegurar que es el santo remedio contra el estrés.

—¿Le molesta que lo llamen bull-dog?
—Bueno, eso surgió como una agresión cuando era ministro de Defensa. Yo mantenía la disciplina severamente y creo que esto es vital en un cargo de esas características. Tiene que haber allí no sólo disciplina sino subordinación y orden en todas las Fuerzas Armadas y de seguridad. Esto es así en todos los países del mundo y yo lo ejercí con gran firmeza. Por supuesto que en los mails que suelen llegar de remitentes desconocidos empezó a surgir un apodo que luego se volvió común. Empezaron a jorobar con esto como si yo fuera una persona intratable. Entonces yo di vuelta las cosas recordando que a quien se llamaba “Bull-dog” era a Winston Churchill, ganador de la Segunda Guerra Mundial, y que a lo mejor, yo tenía frente a la adversidad la misma tenacidad que él. Luego, en la campaña, déle con el perro y yo lo hice gracioso. ¿Usted qué hace cuando lo atacan? Convierte el ataque en una defensa y tiene mucho que ver con la firmeza de mis posiciones. En eso tienen razón: yo soy absolutamente firme y tenaz para defender mis puntos de vista.

—¡Y no le van a sacar el hueso fácilmente!