Ya no presenta colecciones, aunque sigue vistiendo a algunas fieles clientas y, cuando quieren impactar, actrices como Cecilia Roth, Leticia Bredice o Natalia Oreiro pasan por su atelier en busca de un diseño exclusivo y a medida. Y Gino Bogani aún sigue siendo el nombre que referencian diseñadores de moda argentinos cuando se les pide elegir al creativo que puso al “modisto” tal como se lo entiende en Francia, Italia y Estados Unidos.
El último jueves, el Teatro Colón cerró la última de las cinco funciones de L’elisir d’amore, la ópera de Donizetti que en esta ocasión dirigió Sergio Renán. El equipo creativo de la puesta tuvo también a Bogani como integrante destacado ya que fue el encargado del vestuario.
“Ya había realizado Cenicienta, luego hice Cascanueces y ahora L’elisir... Sergio Renán me convocó y fue un honor”, dice el diseñador a PERFIL. “El gran desafío fue hacer un vestuario ambientado en los años 50, con todo lo que eso implica. Ya de por sí en la obra se ven sectores sociales distintos, y trabajos y cargos opuestos: campesinos, amas de llaves, empresarios de la época, hastas bersaglieri, los clásicos cuerpos de infantería del ejército italiano. Ellos llevan un sombrero largo con un plumón que llega hasta la mitad del brazo. Hay mucho color, mucha puesta en escena, mucha gracia desde lo visual. Es un vestuario muy grande, fue un gran desafío pero esta versatilidad a la que tuve que responder me da una satisfacción increíble, por ser un modisto que está acostumbrado a hacer otro tipo de cosas. Diseñar algo de marco histórico y en un lugar como el Colón, en una ópera, donde se juegan otros condimentos como las luces, los físicos de los actores, los movimientos, fue realmente increíble”, cuenta con orgullo. Según explicó, una vez que se eligieron las telas, el 16 de abril se comenzó a trabajar con el vestuario propiamente dicho para debutar el 8 de mayo. En total, Bogani tuvo a su cargo la realización del vestuario para 96 personas. “Hacer el de La Cenicienta fue muy bueno pero éste fue un mayor desafío. Y la verdad, no tuve otra cosa que elogios, me llegan mails, mensajes... Y no sólo de amigos, sino de gente que no conozco. Me aplauden cuando voy a comer a un lugar. ¡Fue alegre, fue fresco, ¡fue divertido!
De pie, no sentado. Con la tranquilidad del desafío superado y aún más con el disfrute por los comentarios recibidos, Bogani contó que por estar involucrado en la puesta cambió una de sus costumbres como espectador en el primer coliseo. “Soy abonado desde hace muchos años, tengo primera fila. Pero en esta oportunidad lo vi parado y desde el fondo. Fue por varios motivos: primero para tener una mayor visión panorámica de todo; segundo, para estar atento a si algo salía mal, si algún sombrero se desacomoda... y poder correr enseguida para solucionar el problema”.
También había otra cuestión para ubicarse lejos que él explica con gracia a riesgo de parecer soberbio: “Yo empecé a trabajar en el 1959 y soy conocido desde 1964. Y como éste fue un trabajo de equipo para el que me convocaron no quería robar protagonismo. Tengo la cabeza calva y si estoy en primera fila, la gente me reconoce incluso me hace poner de pie y los aplausos tienen que ser para los artistas en escena”.