Querido César: ¿Cuántas veces te pedí que hicieras notas imposibles? ¿O que lograras entrevistar a algún personaje que no le daba notas a nadie ? ¡Y vos lo conseguías! De estas circunstancias surgían anécdotas y recuerdos que cada vez que nos juntábamos los volvíamos a poner en presente. Y eso, con toda seguridad, hubiese ocurrido, si el encuentro que nos prometimos hace unas semanas se hubiera concretado. En esa última charla telefónica me invitaste a ir a tu querido “rincón en el mundo”, que es San Pedro, a compartir la llegada de tus amadas palomas que correrían una competencia muy importante.
No pudo ser, pero pienso que junto con Mónica (Cahen D’Anvers) hubiésemos recordado, una vez más, cómo comenzaron hace cuarenta y cuatro años el caminar juntos por la vida con tanto amor y solidez. De ello, ustedes siempre me han hecho partícipe porque todo comenzó una noche del 88 en mi casa de Villa Devoto. Ya no podremos juntarnos a recordar nuestro andar juntos a lo largo de tantos programas de televisión que hicimos pero permitime en esta carta ya no solo destacar tus virtudes profesionales, la habilidad de lograr en cada nota o reportaje el ciento por ciento de lo posible, tu dedicación meticulosa en la producción y en el armado final de ellas, el aporte de ideas a realizar, y fundamentalmente el clima que generabas en nuestras largas reuniones de producción. Todas estas virtudes tuyas ya han sido destacadas en estos días por quienes han compartido contigo trabajo y amistad. Yo podría destacar estas y muchas otras tuyas conocidas y no conocidas pero como ya no nos encontraremos rememorando hechos y situaciones vividas juntos, te pido me permitas compartirlas con quienes lean estas líneas que han ido de lo divertido a lo dramático pasando por la forma con que encarábamos nuestro trabajo.
Gambeta y primicia. Dejame contar entonces que en Mónica presenta –programa con el que llegamos a tener 44 puntos de audiencia–, a fin de diferenciarnos logrando primicias y exclusividades, incorporamos una forma de realizar las notas con personajes que en esos momentos habían logrado éxitos trascendentes, como por ejemplo, Guillermo Vilas ganando Roland Garrós, o Carlos Monzón defendiendo con éxito su título de campeón del mundo en Europa, y en vez de esperarlos a su regreso junto a todos los medios en Ezeiza en medio de una multitud de cámaras y micrófonos, vos te subías al avión con ellos y lograbas excelentes y tranquilos reportajes en los que sacabas de esos héroes del momento las mejores declaraciones. También El espejo sirvió para que demostraras tu ductilidad, calidez y excelente desempeño como conductor en un programa diario que salía en vivo a cientos y hasta miles de kilómetros de Buenos Aires, lejos de la comodidad de un estudio y disponiendo de una tecnología muy limitada con respecto a la de hoy. Saltando de pueblo en pueblo y de paisaje en paisaje, llegabas al lugar de emisión a veces con el tiempo justo para conocer todo el contenido del programa pero lo hacías con una seguridad y profesionalismo extraordinario. Al realizar el programa siempre dentro del paisaje las condiciones climáticas muchas veces repentinamente teníamos que hacer cambios de lugar o notas incluso en medio de la emisión.
Eso nos pasó, ¿te acordás César? En Cataratas (del Iguazú) del lado de Brasil cuando en medio del programa y a punto de presentar un conjunto musical, se largó uno de esos típicos chaparrones tropicales de esa zona. Fue entonces que te pedí que improvisaras unos pequeños reportajes a gente que, corrida por la lluvia, volvía de las pasarelas de observación así podíamos cambiar a los músicos a un lugar cubierto. Empezaste a entrevistar a esa gente que venía en una larga fila y luego de hacerlo con una o dos personas, veo que encarás a una pareja para hablarles dándome cuenta de que el hombre comienza a pasarse la mano por la cara antes que llegues a ellos. Imagino la situación y te hago señas diciéndote que los dejes. Rápidamente vas a entrevistar a otros y ellos quedan fuera de cámara, el hombre al pasar a mi lado en voz baja me dice: “Muchas gracias”. Luego del programa comentamos el problema que le habría causado al señor este reportaje. Esta situación, más allá de la anécdota en sí misma, marcaba tu habilidad para entrar o salir rápidamente de situaciones en el vivo sin que se notaran errores que muchas veces ni siquiera eran tuyos.
César Mascetti estaba retirado del periodismo. Tenía 80 años y murió el 4 de octubre
Improvisación con estilo. Prueba de ello, recordás, fue lo que pasó en Córdoba, cuando presentaste a un señor con un cóndor en su brazo. Al hacerlo le preguntaste de entrada cómo los cazaba, y él, mirándote un poco mal, te dijo que no los cazaba sino que los alimentaba porque era un protector de esas aves. Pudiste salir de esta incómoda situación y seguir naturalmente el reportaje con tu característica habilidad para sortear estos difíciles momentos. También manejabas con mucha solvencia como pocos situaciones difíciles y dramáticas como cuando entraste primero (en 1978) junto a las tres cadenas de Estados Unidos, al lugar del horror en Guyana donde el pastor Jim Jones había inducido al suicidio colectivo de unos novecientos seguidores. Fue tremendo para vos ser testigo y relator de esa locura.
Fuera de cámara. Tendría decenas de situaciones vividas contigo a lo largo de nuestra relación profesional para relatar a quienes lean esta carta pero también hay muchas que se han dado en lo personal porque, además de trabajo, compartimos mucho tiempo como amigos, y también junto a Mónica y mi familia.
Prueba de ello y del estar tanto juntos fue cuando con Mónica, mi mujer y mis tres hijos mayores realizamos las vacaciones-aventura remontando en un simpático barquito el río Uruguay hasta Concordia. Recuerdo vívidamente verte tratando de enseñarles a hacer esquí acuático a mis hijos con un serio inconveniente ya que el gomón auxiliar que tenía el barco disponía de un fuera de borda con poca potencia por lo que al tratar de mostrarles cómo debían hacer era gracioso verte: fuiste el único esquiador que lo hacía con mitad del cuerpo fuera del agua y mitad adentro. Tendría muchas cosas más para contar a los que lean esto de tanto que compartimos, querido César, pero lo que sí quiero es agradecerte tu amistad, tu forma de brindarte para complacer las difíciles o locas ideas que te proponía realizar en los programas que hicimos juntos y también lo que yo aprendí a tu lado. Por último te pido que desde donde estés cuides a Mónica, que te seguirá necesitando y que también nos cuides a todos los que estuvimos cerca tuyo. ¡Un gran abrazo más fuerte que los anteriores, Gaucho Querido!