Cuando trabajaba como bombero, nadie pensaba que Francis, el hijo de una italiana temperamental y de un boxeador bastante arruinado por la depresión económica de la posguerra, llegaría tan lejos. Pero la vida está llena de sorpresas y Francis Albert, “Frank”, era barítono y tuvo fama indestructible, a pesar de todos los rumores que en vida -y aún después de su muerte, el 14 de mayo de 1998- acompañaron cada uno de sus pasos. Se dijo que el personaje de Johnny, que Mario Puzo delineó en El Padrino, se inspiró en la vida de Sinatra. Se dijo que su apoyo abierto al clan Kennedy les hizo ganar 1.300.000 dólares para sus campañas políticas al mismo tiempo en que contrataba investigadores privados que cuidaran sus bolsillos, sus negocios y sus espaldas.
Haya recibido o no un empujoncito artístico de sus conocidos en la mafia, lo cierto es que no hay nadie que cante New York, New York sin recordarlo. Sí, hablamos de Frank Sinatra. Ese flacucho de ojos claros que se ganó el favor de Lana Turner, Judy Garlan, Donna Reed, Marilyn Monroe, Lauren Bacal, Kim Novak, Jacqueline Kennedy e incluso la angelical Grace Kelly, por mencionar solo algunas de sus conquistas.
Su vida de cantante comenzó tempranamente, en 1939, como vocalista en las orquestas de Harry James y Tommy Dorsey. Puso su voz clara, potente, íntima y bien “fraseada” se asoció muy pronto a las composiciones populares de Sammy Cahn, George Gershwin, Cole Porter y Jimmy Van Heusen. De la mano de ellos fue ganando una tremenda popularidad, en momentos en que el jazz comenzaba a fusionarse con el pop. Pero se convirtió en un ídolo de multitudes –sobre todo del público femenino- cuando en 1942 las jovencitas del público comenzaron a ovacionarlo en el Teatro Paramount de Nueva York, eclipsando a una verdadera estrella de la época, Benny Goodman.
Sinatra llegó a grabar 1.300 temas, ganó 10 Premios Grammy, un Cecil B. DeMille por su trayectoria y hoy nadie puede negarle el haber dado jerarquía internacional a Strangers in the night, My way y I’ve got you under my skin. Pasó por una cincuentena de películas (La Gran estafa, Alta Sociedad, Ellos y ellas, Un día en Nueva York, etc), dirigido por Otto Preminger, Stanley Donen, Gene Kelly, George Sidney, Stanley Kramer, Vincent Minnelli, Frank Capra, John Frankenheimer, John Huston, Gordon Douglas y muchos más. Sin embargo, se alzó con el primero de sus tres Oscar en una película en la que no cantaba: De aquí a la eternidad (Fred Zinnemann, 1953).
Tuvo cuatro matrimonios y tres hijos, todos de la primera boda con Nancy Barbato, que le pidió el divorcio por “cruel” cuando se hizo público su romance con la romecorazones Ava Gardner. Luego siguió una vida conyugal de apenas dos años con Mia Farrow, su amiga incondicional de siempre, y finalmente la más duradera de sus uniones con quien fuera la viuda de Zeppo Marx.
Fue amigo de John Kennedy, Dean Martin, Peter Lawford, Sammy Davis Jr., Angie Dickinson y la niña prodigio Shirley Maclaire. En 1993 y 1994, su fama sin fronteras llevó su voz a los famosos duetos que grabó con Barbra Streisand, Aretha Franklin, Julio Iglesias, Bono, Luis Miguel y Neil Diamond.
En 1981, Palito Ortega había cerrado el que tal vez fuera el peor negocio de su vida: aprovechar su presentación en el Luna Park para que cantara en el Sheraton, con la orquesta de Horacio Malvicino. Las entradas costaban mil dólares y hubo poco público. Aún así, Sinatra realizó seis presentaciones en el país.
Falleció el 14 de mayo de 1998 cuando estaba internado en el Hospital Cedar Sinai de la ciudad de Los Angeles. Tenía 82 años.