Es la única intérprete capaz de imponerle condiciones al mercado, grabar lo que quiere y sobre todo, tocar cuando tiene ganas, o bien, cancelar una función a último momento a causa del pánico escénico.
Diva del piano o primera dama de la ópera son algunos de los apodos que recibe aún cuando está muy lejos de esos estereotipos. Y a pesar de eso, de ser mentora del bajo perfil, no dar concesiones en su relación con la prensa, y poseer una imagen exótica y enigmática, la pianista Martha Argerich tiene el magnetismo de una estrella de rock. Y así lo demostró al cierre de esta edición cuando miles de personas comenzaron a cruzar las puertas del Centro Cultural Kirchner para finalmente, luego de mucha espera, verla y escucharla tocar, o como dicen “volar” por sobre el piano imprimiéndole a cada tecla una profundidad única. Lo que será, además, transmitido en directo y en alta definición por la TV Pública, por Radio Nacional Clásica siendo considerado el acontecimiento artístico más importante del año.
La expectativa por verla en vivo en el Centro Cultural Néstor Kirchner fue tal que apenas se habilitó el sistema para reservar entradas para el concierto gratuito colapsó la página web y la línea telefónica. Entonces, el CCK tuvo que emitir un comunicado en el que explicó: “La magnitud de la convocatoria se vio reflejada en los 1.214.280 ingresos que recibió la web del centro cultural” y agregó que “el pico de visitas simultáneas se dio entre las 10 y las 11 de la mañana (...) Todo ello, más las llamadas telefónicas recibidas, hicieron que a las 15 horas del primer día estuviesen agotadas todas las entradas para la sala La ballena azul”. La misma tiene una capacidad para 1.750 personas. Razón por la cual se habilitaron dos salones más con pantallas HD para que la gente que quisiese pudiera seguir el concierto desde allí.
La magnitud de la convocatoria, teniendo en cuenta el prestigio global de la pianista, y la polémica previa, era previsible. Es que en realidad la cita se había hecho de palabra en una visita al centro cultural –aún en obras– un año atrás. Su presencia allí sería el broche de oro. Entonces, la artista recorrió las instalaciones del lugar junto a Teresa Parodi. Pero luego Argerich declinó su participación a causa de un rumor que la molestó. El mismo circuló por las redes sociales y especulaba con que el cachet de la artista alcanzaría los 25 millones de pesos. Y la situación de verse envuelta en una polémica ajena no le agradó, primero se bajó, y luego finalmente accedió.
Argerich llegó el miércoles 15 a la mañana y fue recibida por gente del Gobierno quienes aseguraron que la pianista estaba muy contenta con su visita. De hecho, al día siguiente lo primero que hizo fue realizar el primer ensayo en la sala. Aunque fiel a su estilo pidió que no se regsitrara con imágenes dicho momento. Ayer pasado el mediodía, volvió a repetir el ensayo.
Idas y vueltas. Como siempre su llegada al país genera un regocijo para quienes gustan de su música ya que, radicada en Bélgica, tuvo un vínculo interrumpido con el país. Entre 1966 y 1999 no tocó en Argentina. Luego comenzó a hacer anualmente un festival internacional con su nombre en el Teatro Colón, pero un conflicto gremial hizo que no pudiera tocar allí y finalmente aceptara la oferta de Japón de hacer allí dicho festival. Esa situación hizo que hasta 2005 no volviera a actuar.
Pero las asperezas se limaron y el año pasado su amigo Daniel Barenboim la convenció y regresó para tocar a dúo. Con él y con su orquesta –la West-Eastern Divan– volverá a actuar esta semana en el primer coliseo porteño.
Empanadas y recital improvisado
Un ejemplo del estilo despreocupado y abierto de Martha Argerich lo relata Pupi Sebastiani, presidenta de la Fundación Beethoven y productora, entre otras, de las últimas actuaciones en Buenos Aires de José Carreras y Plácido Domingo.
En una de las visitas de Argerich al país su madre, Pía –pianista y amiga de Martha– le había organizado en su casa una cena para unas quince personas. Una vez que esa gente llegó, se sumaron otros que llegaron a lo de Sebastiani porque Argerich les dijo “Nos vemos luego en lo de Pía”. Así fueron unos cincuenta en total con lo que hubo que improvisar menú adicional con pedidos de urgencia a una famosa casa de empanadas porteña. El otro detalle fue que la “agasajada” llegó recién dos horas más tarde de lo previsto. Pero la espera tuvo su premio: como Argerich quería hacer en su concierto un bis de música argentina, ella y Pía se pusieron a estudiar –y tocar– partituras en sendos pianos de cola y la reunión se extendió hasta la madrugada con un show improvisado.
Entre dos fuegos
Sin quererlo, y mucho menos proponérselo, Martha Argerich fue víctima de la bautizada “grieta”. Una que finalmente ella volvió a cerrar –y también sin tenerlo como propósito– con su actuación gratuita de anoche.
Cuando se supo que por invitación de Teresa Parodi, ministra de Cultura de la Nación, ella iba a dar este recital, el revuelo que se armó por el supuesto cachet que se pagaría, la hizo declinar ese ofrecimiento. Y este hecho se tradujo en comentarios encontrados en las redes y también en medios ubicados en las enfrentadas márgenes de la grieta.
Conociendo su aversión a las conferencias de prensa y a la manera displicente con que suele manejarse en ellas, es probable que se excuse, evite o improvise una respuesta si por esa situación se le pregunta en la que dará el martes próximo en el Teatro Colón.
Lo que queda a la vista es que el arte superó a la grieta con el concierto gratuito de Argerich en La ballena azul, transmitido en directo por la TV Pública y Radio Nacional. Y casi una semana después, con su actuación junto a Daniel Barenboim en el Colón, con entradas pagas agotadas hace tiempo y transmitido por El Trece.