Marcelo Tinelli es un ejemplo vivo de un hombre con éxito, amante del poder donde las tareas que realiza no son de muchos frentes. El frente es uno solo, y se trata de ocupar espacio como en un gran tablero de GO (juego de estrategia por excelencia). Dicho juego se trata de ocupar espacio, de impedir que el contrincante pueda avanzar, arrinconándolo, cercándolo y aislándolo. Sólo que en el tablero de la vida hay más movimientos que permiten, por ejemplo, hacer alianzas, como las que hizo en su momento con el Grupo Clarín, que lo protegía en aquel entonces de amenazas posibles. Cuando el aliado se torna vulnerable, porque el poder político lo amenaza, hay que cambiar de aliado, buscar una alianza que pertenezca a este poder más poderoso, como la que ocurrió con Cristóbal López. Muchas veces estas nuevas alianzas no son tales, generan desconfianza de uno y otro lado, y se tornan amenazantes y sustentadas en un equilibrio inestable, que requiere a veces recurrir a nuevos contrapesos, como pueden ser personajes de futuro poder político, como Sergio Massa, o potenciar al máximo su propio poder sumando a su programa colegas de fuste, como Lanata y Longobardi. El juego requiere flexibilidad, innovación, habilidad, buscar aliados que debiliten al contrincante a veces para aislarlo, a veces para lograr mejor posición en la alianza con él. Este juego se juega en toda la cancha, el área puede ser la de la política, la de la televisión, la del fútbol, la del amor, siempre avanzando, ocupando territorios, enriqueciéndose con hijos. En este juego se sabe que el que no avanza retrocede, generando un estado de estrés. En otras ocasiones hay que tener la fortaleza de saber que una retirada táctica puede ser necesaria para volver con más fuerza. Es probable que en esta ocasión triunfe, pero él sabe como un viejo héroe de mil batallas que un triunfo no es un final, sino el comienzo de nuevas confrontaciones.
*Psicoanalista.