Falleció Andrew Graham-Yooll informan los portales de los diarios a primera hora de la tarde. Es sábado por la tarde y la noticia me sorprende –y me entristece– mientras le doy los toques finales a la columna dominical de PERFIL. Andrew me sucedió en el cargo de ombudsman del diario, función que ayudó a consolidar y a prestigiar con su agudeza y lucidez.
Su formación periodística era de una solidez incuestionable; su valentía era admirable. Ponía pasión en lo que hacía y a eso le agregaba una cuota de
humildad que no dejaba de conmover. Representó y representa algo muy importante para la historia del periodismo argentino no solo por lo que escribió sino también por la conducta que exhibió, siempre intachable. Desde el Buenos Aires Herald se erigió en un bastión contra la barbarie de la última dictadura militar. Le puso el cuerpo como pocos a la riesgosísima tarea de informar sin censura y cuando abandonó el país fue porque los pasos de la muerte se cernían tras de él y su familia. Cortés y valiente. Amable en el decir y firme en sus convicciones. Agudo y persuasivo. Culto e inteligente. Un notable.