Hasta ahora era una completa desconocida. Sin embargo, esta semana su nombre comenzó a sonar ligado al delito de estafa por todos los medios uruguayos hasta llegar a Buenos Aires. Se trata de Carolina Arabaolasa, una cordobesa de 36 años que está acusada de estafar a Susana Giménez, en Uruguay, por US$ 100 mil. Pese a que la causa está en etapa de investigación PERFIL logró hablar con la principal implicada.
La denuncia la hizo el abogado de Susana, Pablo Correa, quien acusa a la joven de haberse quedado con el dinero que la diva le daba para los pagos de impuestos de sus casas en Punta del Este: La Mary y La Tertulia. Carolina era la persona destinada por el estudio contable DMP –contratado por Susana en Uruguay– para que cumpla esas funciones administrativas. Y el pasado 2 de diciembre la jueza penal de Maldonado, Patricia Borges, tomó la denuncia de Correa y dispuso el procesamiento y prisión domiciliaria de Arabaolasa. Ella desmiente todo y se desliga de ese delito.
—¿Hace cuánto trabajás para el estudio contable?
—Casi cuatro años; y con Susana, uno.
—¿Cómo llega ella al estudio?
—Se lo recomiendan y me ponen a trabajar para ella porque yo tengo roce social.
—¿Sos abogada?
—No, están diciendo cualquier cosa. Sí hice la carrera de contadora, pero me faltaron materias para recibirme. En el estudio yo sólo era administrativa. No soy estafadora, no tengo antecedentes y mi familia son mis hijos; mis padres fallecieron y soy hija única.
—¿Cuáles eran tus tareas a cumplir con Susana?
—Yo me dedicaba más que nada al personal de sus casas. Por ahí me llamaban cuarenta veces por día por problemas domésticos. Entonces yo intermediaba y le explicaba a Susana que había cosas que en Uruguay hay que pagar, que no te regalan nada.
—¿Tenías a cargo el pago de los impuestos inmobiliarios y los aportes de los empleados también?
—De los aportes se hacía cargo el estudio. Susana mandaba un cheque mensual al estudio para los gastos. Había cosas como, por ejemplo, los sueldos, que pagaba yo en mano; y otras como los aportes jubilatorios que los pagaba el estudio.
—¿De qué qué otras cosas te encargabas?
—Sueldos, luz, gas, agua, el celular de ella y el cable. Y están todas las facturas. El resto lo hacían desde el estudio.
—¿Susana no depositaba el dinero en una cuenta tuya?
—Me debe haber transferido plata a mi cuenta personal tres veces. Yo sacaba lo que necesitaba para los gastos que tenía a cargo y el resto lo transfería al estudio. También podía pasar que cuando ella venía para Punta me dejara el cheque en dólares. Yo, o lo cobraba y hacía los pagos; o bien, iba al estudio central en Montevideo –porque yo estaba en una sucursal–, y lo dejaba ahí.
—¿Y qué pasaba con ese dinero?
—Y bueno, indudablemente hay impuestos sin pagar y me echan la culpa a mí. Y yo no tengo nada que ver. En Montevideo hay 38 contadores que se dedicaban a eso.
—¿Tenías relación directa con Susana?
—No, sólo por temas laborales... La habré visto dos veces en mi vida. Sí tenía mucho trato con Dolores, su secretaria. La cara visible del estudio era yo. Pero yo hacía lo que me pedían mis jefes. Era la chica de los mandados.
—Te acusaron de estafa.
—Sí, yo declaré seis horas y ahora la jueza dio lugar a que se investigue mi declaración.
—Hablan de un faltante de US$ 100 mil, ¿dónde está ese dinero?
—No sé. Yo no me robé nada, me pueden dar vuelta que no tengo nada.
El jueves y viernes pasados, los abogados de Arabaolasa, Martín Etcheverry y Claudio Rodríguez de la Cruz, se reunieron con el de Susana, Pablo Correa (ver recuadro) para llegar a un acuerdo. “En la medida en que podamos reintegrar el dinero y después ver qué fue lo que efectivamente pasó lo haremos”, explicó Etcheverry, uno de los abogados de Arabaolasa. Y agregó: “Aún se está investigando si mi defendida tiene o no responsabilidad en este tema. Además, puede haber otras personas implicadas. Ella no tiene antecedentes; sí tiene una causa cerrada por extinción del delito previo a la condena. Ahora se está averiguando que pasa con la actual denuncia”.
Por ahora Arabaolasa seguirá con prisión domiciliaria en su casa de San Rafael.