El barrio Ludueña de Rosario es uno de los tantos que está atravesado por el narcomenudeo, el delito y la inseguridad. Sin embargo, hay otra cara de esa moneda: la "Orquesta del Ludueña". Chicos y adolescentes de sectores humildes por primera vez tuvieron acceso a un instrumento y a "música culta" gracias al proyecto que comenzó en el año 2005.
"La orquesta fue un escudo antidrogas, antirrobo, para muchos de nosotros. Fui testigo de tener amigos que no pudieron usarla de escudo y hoy no están. La orquesta fue un antes y un después, pude superarme gracias a mis maestros y mi familia", dice Jonathan Arrejín, violinista, 24 años, uno de los talentos surgidos de Ludueña hoy radicado en Barcelona.
De origen muy humilde, el cuarto de siete hermanos, Jonatan llegó al violín a los ocho años. "Mis padres son muy creyentes, me llevaban al templo Evangelista y allí escuchaba música Góspel. Con mucho sacrificio cuando comencé en la Orquesta del Ludueña me compraron el violín. El primer tema que saqué se llama Yo te busco, de un autor cristiano que marcó mucho en mi vida", recordó.
"Después conocí el mundo de lo clásico, mi compositor favorito es Vivaldi. La primera vez que toqué para violín y cuerdas con mis profesores fue el concierto en La menor de Vivaldi, lo interpretamos en el Teatro La Comedia de Rosario, fue muy hermoso, emocionante. Ahí me dije que me consagraría a la música".
Arrejín obtuvo una beca el año pasado para ir a Bilbao. Vivía solo y cuando comenzó la pandemia unos amigos lo invitaron a Barcelona, donde actualmente integra la Orquesta de Cámara y es docente. Orgulloso de sus orígenes en el barrio Ludueña, recuerda que sus padres, hace más de una década, tienen un comedor comunitario donde preparan la merienda y los fines de semana dan de comer.
"La llegada de la Orquesta al barrio nos ha protegido de la delincuencia, de la droga, de muchas cosas que ocurren en los barrios humildes, donde muchos chicos toman malas decisiones. La Orquesta era un lugar para salir de la calle. En este camino he vistos a muchos amigos, con mucho talento, éramos felices dentro de la orquesta", dijo
Y recordó: "A veces, los problemas en la casa o las malas juntas, hacían que mis amigos se metieran nuevamente en las drogas, en el robo y después terminaban en un cajón. Siempre que un amigo moría, sentía que eso era un buen motivo para aferrarme a la música. En la adolescencia quise dejar la orquesta, pero siempre encontraba el motivo para seguir esforzándome y estudiar".
Mientras Ludueña, como tantos otros barrios ganados por el narco, eran solo noticias por las palabras bunkers, soldaditos, enfrentamientos o balaceras; nada de eso impidió a Jonatan ser el primer violinista de la orquesta que tocó en los mejores teatros rosarinos, en el Teatro Colón y el Luna Park.
"En Ludueña éramos entren 10 y 12 violines, que se dividen en primeros, segundos y terceros, yo era el primer violinista, como el guía de la fila, el que motivaba, el que si o si debía tener estudiadas todas las partes de una obra. Me gustaba mucho alentar a la orquesta, no había estudios aburridos porque sabíamos que mejorábamos. Los ensayos eran a los sábados a las 8 de la mañana estábamos con energía y alegría. Después lo disfrutábamos en los conciertos. Hoy, en Barcelona, en la Orquesta de Cámara soy uno más de los violines, no soy violín guía, estoy en el cuarto atril, es más reducido”, señaló.
Después de cumplir los 18 años, para superar una de las tantas dificultades económicas que atravesaba la familia, Jonathan buscó a sus compañeros más talentosos de la orquesta y armó el Quinteto de Cuerdas Ludueña. Los fines de semana tocaban en casamientos, fiestas de 15 y en cuanto evento social los convocara. “Ya queríamos tocar por más que el sándwich y la coca, nos fue muy bien, tocábamos clásicos y vals; así pude comprar el violín que uso actualmente, mis compañeros también, además de atriles, cuerdas y arcos".
El joven músico señaló además que sigue en contacto con la Orquesta del Ludueña: "Nos escribimos permanentemente, a los más chicos les doy consejos, les digo que no es fácil, pero hay que proponérselo. De estos barrios también salen sueños, hay que ser perseverantes, yo también pasé por altos y bajos, pero siempre con esperanza. La música me enseñó valores y ahora sueño despierto".