Nació en San Miguel de Tucumán en 1967. Su padre, Julio Rodríguez Anido, era profesor en la Universidad Nacional de Tucumán cuando en 1975 fue secuestrado y torturado debido a su militancia política. Tras su liberación, se encontró con su casa semidestruida y eso aceleró su decisión de abandonar Argentina. Y fue Montreal el destino que la familia de Pablo Rodríguez eligió para lo que ya entonces se conocía como exilio.
En Canadá, su padre retomó su carrera como profesor y él, que todavía era un niño, se acomodaba a la nueva escuela y al idioma. Sería en ese país donde descubriría con los años que compartía el amor de su padre por la política. “Una vez me dijo que podía hacer lo que quisiera con mi vida, salvo dedicarme a eso”, comentó hace tiempo en una entrevista con el medio canadiense Ctv News.
Luego de obtener su título en administración de empresas comenzó a trabajar en el sector público. Por 12 años se dedicó al manejo de proyectos internacionales en Africa, Asia, el Caribe y, sobre todo, América Latina. Pablo era el principal responsable de organizar y desarrollar los proyectos que estaban destinados a combatir la pobreza.
Debido a su dedicación, llegó a colaborar con empresas de todo el mundo y encabezó muchas iniciativas para mejorar la situación de los sectores más vulnerables. Los buenos resultados provocaron que su nombre comenzara a hacerse conocido en diferentes esferas en Canadá, y con el tiempo llegaría su oportunidad de participar en las elecciones.
En carrera. En 2004 lo votaron como primer representante del distrito Honoré-Mercier (en Quebec) para sumarse al bloque del Partido Liberal dentro del Parlamento. Más tarde sería reelecto, en 2006 y en 2008. Durante esos períodos presidió diferentes cámaras, incluida la destinada a evaluar el desarrollo de la economía.
Sus compañeros de banca lo recuerdan como un gran trabajador, involucrado en la lucha contra el cambio climático, la protección de los derechos de las minorías y la promoción de la cultura y el idioma.
PERFIL quiso entrevistar a Rodríguez, pero su asistente explicó que debido a su flamante cargo no puede brindar entrevistas por ahora. A lo que se refería es a su designación como ministro de Cultura del gabinete del carismático Justin Trudeau. El argentino se integró a su equipo en 2015, en el área de Infraestructura y Comunicación, donde revistó hasta 2017, cuando lo trasladaron a la Jefatura de Gobierno. Allí fue responsable de coordinar las acciones entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, e incluso participó de debates sobre la economía canadiense. Tras un año de trabajo, hace tres días Trudeau le dio rango de ministro.
Amor por Argentina. A pesar de que su vida está en Canadá, Rodríguez, de 51 años, mantiene fuertes lazos con Argentina. En 2016 viajó junto a su hija Beatrice para estar presente en los festejos del Bicentenario, y formó parte de la comitiva que acompañó a Trudeau en su visita al país en noviembre de ese año. Y juntos recorrieron el Parque de la Memoria, que recuerda a las víctimas de la última dictadura argentina. “Es un momento muy emotivo. Conozco muchos de los nombres que están aquí porque eran compañeros de mi padre. El fue secuestrado y torturado varias veces, y por eso tuvimos que irnos. He evitado visitar este sitio por años”, señaló después de la visita. Victoria Donda, que estuvo allí con ellos, dijo a PERFIL que lo recuerda como un “tipo llano”.
Es fanático de la música, el fútbol y Messi. Sus referencias destacan su seriedad y su carácter agradable y simpático, y que “habla con fluidez inglés, francés y español y ahora está estudiando italiano”.