En un mundo moderno donde los reyes son figuras simbólicas y parecen lejanas a la gente, ella llegó –sin proponérselo–para dar frescura a una monarquía que tras la muerte de Lady Di había perdido encanto y modernidad. En su gira por las Antillas, incluso, cumplió el protocolo con simpatía natural y se la vio bailar divertida con unas nativas junto a su marido.
El carisma de Kate Middleton es tal que eclipsa al hombre que tiene a su lado, aun siendo éste un heredero al trono de su país. Además, cada vez que aparece en un acto oficial su vestuario y su elegancia no pasan desapercibidos. Ahora sí, parece que Máxima Zorreguieta tiene en Kate una competidora mediática dentro del elenco joven de las monarquías del mundo.
Desde el 7 de abril, los duques de Cambridge están en un viaje oficial por Nueva Zelanda y Australia –en lo que es la primera gira con su hijo George–, y la princesa derrochó simpatía y elegancia. Lejos de mostrarse con gestos en extremo protocolares, Kate lució su sonrisa y aprovechó cada escena pública de la que participó. En su visita a la base aérea de Amberley, y pese a estar con tacos altos y vestido, no se privó y se subió en un avión de combate. Y en su visita a un viaducto venció al príncipe Guillermo en una regata. Y hasta jugó al cricket.
Pero además de generar empatía, se sabe que en cada aparición pública –como sucedía con su fallecida suegra–, ella marca tendencia. Se ha calculado que en 2013 sus looks generaron beneficios económicos para el sector textil de 700 millones de euros y aumentaron las ventas de varias de las prendas que usó en hasta un 500%. Por eso, en la presente gira la Casa Real Británica extremó el cuidado de la imagen de la joven: en total, Kate llevó 32 cambios de vestuario para los 45 actos oficiales que ocupan la agenda protocolar en las tres semanas de viaje.
Y desde el primer momento en que la pareja puso un pie en Nueva Zelanda se notó. El descenso de Kate del avión oficial con el abrigo rojo de Catherine Walker, dicen, fue un claro homenaje a Lady Di ya que Walker era una de sus diseñadoras favoritas. En el tercer día lució un sencillo diseño de Tory Burch que minutos después se agotó para la venta en internet. Igual éxito tuvo el que Middleton eligió para la llegada a Sydney: un vestido amarillo de Roksanda Ilincic de 966 euros. En la misa del Domingo de Ramos en la catedral de San Pablo, en Dunedin, se la vio con un diseño de Emilia Wickstead. Otro de los colores que eligió la duquesa fue el verde, y lo llevó en un vestido tipo abrigo de la colección pre-invierno 2013 de Erdem. Y en su aparición en las playas de Manly lució un vestido de la firma australiana Zimmermann que casualmente también usó la actriz australiana Naomi Watts. Ayer, este vestido se agotó.