“El amor, ummm,no es para mí/ Todo es ‘para siempre’/ No es honesto, tiene sus trampas/ Se acerca a escondidas como un dulce traidor/ que me lastima o me cansa según el día/ El amor, umm, no vale nada/ Se inquieta por todo y se disfraza de tierno/ Pero cuando estalla, cuando me hiere/ Ahí sí es el infierno/ y ya no quiero saber nada.” De esta manera desesperanzada se expresaba Carla Bruni en L’Amour, una de la canciones de su exitoso álbum debut, aun cuando ella atravesaba el mejor momento de una relación escandalosa y mediática.
Y ésta es justamente una de las canciones que Lucía Radeljak le hizo conocer a Eduardo Costantini y que, contó a PERFIL, han tomado como propia. Además, hay otra que ella misma le compuso al empresario y que aún no tiene nombre, pero de la que prefiere no revelar verso alguno.
Esta joven de 32 años es egresada en relaciones internacionales de la Universidad de San Andrés, también estudió en el Instituto de Ciencias Políticas de París –más conocido como Sciences Po–, vivió en esa ciudad, en Miami y también en Chile donde trabajó en comercio exterior. En la actualidad tiene un proyecto que desarrolla ella misma de e-commerce.
Radeljak conoció a Costantini en julio del año pasado. “Fue en un evento del Malba, de casualidad. No tenemos amigos en común, simplemente se dio”, relata a PERFIL desde Punta del Este. “Los dos estabamos ‘duelando’: yo había regresado a la Argentina a principios de 2015 después de haber terminado con mi novio, con quien viví dos años en Estados Unidos. Y atravesaba ese duelo; Eduardo el suyo. (N. de la R.: Costantini se separó de su tercera esposa Clarice Tavares). Nos acompañamos en ese proceso. Pero no queríamos que se supiera porque no teníamos muchas expectativa... Sólo la gente más cercana lo sabía.
—¿La diferencia de edad era un tema (N. de la R.: Costantini tiene 69 años)?
—Sí, ése era un desafío. También que él fuera una persona pública, Y sobre todo que no sea una relación pareja más allá de la edad.
—¿A qué te referís con eso?
—A que no pudiéramos compartir cosas. Pero nos admiramos mucho mutuamente y él se acercó a mis cosas, a mis amigos, y yo a las suyas.
—¿Y qué es lo que aprendieron a compartir?
—Muchas cosas. El gusto por el arte, por lo nuevo, hablamos de política, de economía, la música...Y nos gusta mucho bailar.
—Bailar...
—Sí, rock... cualquier tipo de música.
—Vuelvo al tema de la edad. ¿Qué te dijeron tus amigos cuando les comentaste que estabas conociendo a Costantini?
—(Se ríe) Me dijeron “alejate”, “salí de ahi”. Yo toco el piano y compongo y muchos de mis amigos son músicos. Y cuando lo conocieron quedaron encantados.
—Imagino que en tu familia la opinión inicial no fue muy diferente a la de tus amigos. La de tu padre, por ejemplo.
—No fue fácil, fue reacio y se opuso. Pero te puedo decir que es un tema que se habló y que si hoy puedo estar con alguien como Eduardo es también por la familia que tengo, por su apoyo y sobre todo su comprensión. Te puedo decir que la diferencia de edad no existe, es algo superado. Y me daría lástima no intentar vivir esto que nos está pasando.
—Tengo entendido que en diciembre último hubo un impasse entre ustedes...
—Sí, es cierto. Pero nada que no pudo superarse hablando. Pero no quiero hablar de eso. Ya está.
—Y con la familia de Costantini cómo fue...
—Como con todo, de a poco, paso a paso.
—Ahora que parecen haber superado prejuicios de amigos y de la familia, decime qué hacen por ejemplo, acá en Punta del Este.
—Yo soy muy deportista. Además de yoga, esquío, hago surf... Pero Eduardo me animó a hacer kite surf con él.
—Costantini, sobre todo por Oceana, su proyecto inmobiliario de Miami, pasa mucho tiempo viajando. ¿Vas a poder adaptarte a ese ritmo?
—Sí, porque el tipo de empresa que desarrollé me permite manejar mis tiempos. Si no, sí que hubiera sido difícil.
—¿Y hablaron sobre tener hijos?
—Lo único que te puedo decir es que me siento muy joven para pensar en eso.
Las (ex) mujeres del empresario. Eduardo Costantini integra ese grupo de empresarios que en la década del 90 tuvieron alta exposición mediática más allá de sus emprendimientos y negocios. Su vida personal fue objeto noticioso en una época donde tanto en Argentina como en el mundo, que empresarios –y políticos– exhibieran esos detalles no implicaban críticas extremas, sino que incluso ayudaban a la construcción de ellos como figura y no afectaban los negocios. Fue en ese tiempo que Costantini, separado de María Teresa Correa Avila, productora, cineasta y madre de sus cinco hijos, sorprendió al casarse con Gloria Fiorito, hija de una familia de banqueros, y con una leve diferencia de edad potenciada por el aspecto por demás juvenil de ella. Con Gloria tuvo dos hijos más e incluso ella se integró al directorio de Nordelta. La separación se dio en una época donde esos temas ya eran tratados por equipos de comunicación de los protagonistas porque la vida privada tenía que ser nuevamente “privada”. De Igual manera Costantini trató su última relación con Clarice Oliveira Tavares, tanto en el inicio como en su separación. Esta mujer brasileña acompañó de igual manera todo ese proceso.