Si hay algo que a Servando Gómez Martínez no le faltaba es vergüenza. Como si fuera una estrella de televisión, cada vez que una cámara se prendía delante suyo desplegaba toda su simpatía. Pero a “la Tuta”, como es conocido este narco de 49 años, el show se le terminó: catalogado como uno de los criminales más buscados por las fuerzas de seguridad mexicanas, el líder del sanguinario cartel Los Caballeros Templarios fue detenido el viernes en una casa de Morelia, en plena capital del Estado mexicano.
En los últimos meses, bajo la presión de las fuerzas de seguridad, había dejado de aparecer a cuerpo descubierto. Sin embargo, continuaba con eso que tanto le daba placer: la presencia mediática. La Tuta tenía una debilidad llamada YouTube. Era a través de esa plataforma 2.0 que en el último tiempo hablaba de las bondades que pregonaba él y la organización que lideraba. Acostumbrado a dar entrevistas a cara descubierta, solía soltar frases del tipo “soy delincuente, pero no rapiñero”. En más de una oportunidad se mostraba con su revólver con tachas brillantes, repartiendo billetes en distintos pueblos y dejándose tocar por chicos carenciados. A través de sus videos hacía llegar a los medios las grabaciones en las que renombradas personalidades –ex gobernadores, hijos de mandatarios, periodistas y alcaldes– hablaban con él en actitud servil. Cada video fue destruyendo la vida política de personajes como Jesús Reyna, secretario de Gobernación de Michoacán y gobernador interino en 2013, o Rodrigo Vallejo Mora, hijo del gobernador Fausto Vallejo, cuya fulminación adelantó la retirada de la vida política de su padre.
Pero antes de ser narco la Tuta fue maestro, vocación que ejerció hasta 2000, aunque hay quienes dicen que siguió cobrando por ese trabajo hasta el primer trimestre de 2010. Además de ser profesor de primaria, fue agricultor y creó centros de ayuda a jóvenes farmacodependientes. Luego comenzó a traficar estupefacientes. En una nota, él mismo explicó cómo se dio este cambio, donde, según dijo, se sintió atraído por el negocio fácil. “Tenía una vida con ciertas aspiraciones que no podía cumplir”, afirmó sin culpa. Atraído por su fanatismo por el tarot, la Tuta reclutó seguidores a través de grupos sectarios, quienes tras ser sometidos a un intenso adoctrinamiento invocaban la justicia divina y los evangelios para asesinar a sus rivales. Para el anecdotario: ayudó con dinero a escuelas y hospitales. En todos los casos fue para reclutar fieles.