Pomi Awada exhibe una sonrisa que la desborda, camina entre los pocos, pero exclusivos, invitados –todos del círculo íntimo de la familia–, mientras entrega besos y recibe felicitaciones. “Tengo un cuadro de ella en mi casa y al lado uno de León Ferrari”, dice orgullosa. Su hijo Daniel, dueño de la marca Cheeky, charla en la barra animadamente mientras su hermano “el actor” quedó a cargo de hablar con la prensa que fue invitada “porque él es el más extrovertido”. “La veo con una sonrisa de oreja a oreja y eso a mí me hace feliz”, sentenciará Alejandro muy emocionado entre copa de vino y bandejeo. Mientras, Zoraida y Juliana, aunque siempre simpáticas y sonrientes, hacen charla aparte tratando de refugiarse de la prensa porque la primera dama “no dará entrevistas para no desvirtuar el objetivo del evento”, acusarán desde la organización.
En el Mio Hotel reina un clima de celebración y alegría. Esta es la primera vez que los cinco hermanos Awada se muestran juntos en mucho tiempo. El motivo: la exposición de arte de Leila, la menos conocida de la familia. Cultivadora del bajo perfil, logró vencer sus miedos y se animó a exponer parte de su obra artística hecha en acrílico junto a su amiga la vestuarista Roberta Pesci, y hasta allí fue toda la familia a apoyarla.
Si bien no es la primera muestra que lo hace, sí es la primera con invitación a la prensa y con trascendencia más allá del mundo estrictamente íntimo. Que su hermana se haya convertido en la primera dama mucho tuvo que ver con eso. Y también con el miedo que tenía a exponer. “Es un orgullo que ella empiece a abrirse. Hace años que estoy tratando justamente de que se anime porque es muy talentosa y el talento no puede esconderse. La incentivé mucho para que lo haga. Y soy de los que consideran que no hay que condicionarse por nada y hay que mostrar el ser. Entiendo que ella es de muy bajo perfil, y es respetable. Ella tomó la decisión de no mostrarse. Pero no puede esconderse, y esto que está pasando hoy me da mucho orgullo”, dice un locuaz Daniel. Hay otro detalle que hizo click en Leila dicen su hermanos. “Tiene dos hijos de 10 y 13 años y ella siempre fue muy madraza. Y ahora que están un poquito más grandes tiene más tiempo para ella. Se está desarrollando, investigándose y haciendo cosas nuevas. Creo que a partir de ahora va a adquirir más notoriedad”, suma Alejandro.
Leila tiene 46 años y se graduó como profesora de Escultura de la Universidad Nacional de Bellas Artes. Luego se instaló en San Francisco, donde se especializó en educación del arte para niños y trabajó en el Museum of Children’s Art, una ONG dedicada a la educación artística en escuelas públicas. Luego ella se inclinó por el arte en su forma más pura, razón por la cual tiene más diálogo con su hermano Alejandro. Aunque admiten que, pese a las sabidas diferencias políticas, todos se llevan muy bien. “Ante todo, somos familia, nos queremos mucho y estamos atentos a lo que le pasa a cada uno y nos alegramos con cosas como las de hoy”, asegura Alejandro. A lo que Daniel agrega: “Tenemos perfiles distintos, pero siempre nos apoyamos mucho. Y todos somos sensibles y estetas, y lo manifestamos de maneras diferentes”. Actualmente, Leila da clases de Plástica en el colegio privado. “Ella es muy buena y su arte realmente emociona”, comenta Pamela Marcuzzi, testigo de boda de Juliana y Mauricio Macri. “Apenas Juliana me avisó, dije que venía; ella estuvo muy pendiente de todo”.
Obra. Constelaciones nació por iniciativa de Liela, quien luego conoció a Roberta en una reunión de padres del colegio al que acuden los hijos de ambas. “Somos muy amigas, la admiro mucho y hablando de arte nos dimos cuenta de que nuestras obras dialogaban y decidimos hacer una expo juntas. Hay algo desde lo orgánico que compatirmos y estamos muy contentas con el resultado”, se limita a contar Leila, quien consiguió la curaduría de Eduardo Stupía tras tomar varias clínicas con él gracias a su amistad con su marido, Miguel Glaperín, director del Centro de Experimentación del Teatro Colón. Según Stupía, Leila y Pesci tienen una forma de trabajar afín a lo que a él le interesa, y aceptó asistirlas cuando Leila le pidió.