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Los Solanas, unidos por el cine y para que el aborto sea legal

Juan Solanas es director al igual que su padre, Pino. Esta semana estrenó Que sea ley, un documental en el que Victoria, su hermana, es la productora. El recuerdo del exilio y la vida contada en imágenes.

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Presente. Juan -que vive en Montevideo-, junto a Pino y Victoria, en el "despacho de papá". Victoria asesora a Pino en cuestiones culturales. | piemonte

Juan Solanas tiene dos dioses: Fellini y Tarkovski. Al primer director de cine –que también es el dios de su padre, Pino Solanas– lo conoció cuando tenía 10 años en un rincón del mundo llamado Llavaneras, un pueblo ubicado a una hora de Barcelona. Esa imagen no se la olvida más: junto a su padre, yendo en auto a un cine de las afueras de Llavaneras, a ver Amarcord, casualmente de Fellini.

Aquel invierno de 1977, el primero de varios en un exilio que recién comenzaba, Juan lo recuerda lleno de días interminables, sin ir aún a la escuela ni mucho que hacer, sin televisores ni teléfono en su casa. “Mi viejo no tenía un mango, nosotros habíamos llegado para la Navidad del 76, pensando que serían unas vacaciones y nos quedamos como siete años”, suelta Juan, quien confiesa que se construyó sublimando el dolor con el arte. “Yo sé lo que soy, es por ese mecanismo... Era eso o sucumbir. El exilio fue heavy metal, a los 14 años me quería morir. Había días oscuros en los que no me quería levantar. Entonces empecé a sacar fotos. Salía, sacaba una foto y decía: ‘Mirá, queda algo lindo en este momento tan feo, queda algo mejor de lo que estoy viviendo en mi presente’”, rememora ahora desde otro presente que lo encuentra adulto y con una película recién estrenada con la que tal vez se halla experimentando ese mismo proceso de convertir un tema doloroso en algo lindo.

Esta semana se estrenó Que sea ley, un potente documental de corte militante y bien de época, que retrata –con testimonios de mujeres y familiares de mujeres que pasaron por esa situación– la problemática del aborto no legalizado. La semana pasada Juan obtuvo un premio especial en el Festival de San Sebastián, donde incluso se llevó a cabo un pañuelazo verde que recorrió el mundo. Si bien vive en Montevideo, ahora está en Buenos Aires con esta película que tiene como productora principal a su hermana. “Es un regalo de la vida. Victoria y yo somos los dos Solanas, dentro de un grupo de cinco hermanos. La historia de la vida nos reunió a mi viejo y a mí, cada uno en su lugar, siempre en torno al cine y con la convicción de que en este caso, esto de no tener una ley no va, y que hay que ayudar desde donde uno pueda”, define.

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Sangre. Juan y Victoria tienen 52 y 50 años respectivamente. Son hijos de Beatriz Amuchastegui, para los amigos, Trixie. Los cuatro –Pino ya separado de la madre de los chicos y en pareja con Chunchuna Villafañe– compartieron aquel exilio en Europa durante la dictadura en Argentina. La historia es digna de una novela: Chunchuna fue con ellos junto a sus dos hijas, Juana e Inés Molina. Trixie se exilió a su vez con su pareja, Ricardo Grassi, periodista, con quien tuvo dos hijos: Emiliano y Magadalena. Después de un año en Madrid, Victoria vivió nueve años junto a su madre, su pareja y sus hijos en Roma. Pino se radicó con Chunchuna, sus hijas y Juan en París; y empezó a volver a la Argentina entre 1985 y 1986. En esas fechas, también lo hicieron Juan y Victoria, ya con 19 y 17 años respetivamente.

Cada uno siguió con sus carreras, siempre teniendo el cine como pasión en común. Pino pasó del cine político a la política propiamente dicha, una conversión casi decantada según Victoria: “La política siempre estuvo en nuestra vida, de chica recuerdo estar viendo películas clandestinas con él, o cuando tenía 22 años viví el atentado que tuvo (en 1991). Cuando se metió en política quizá el mayor cambio fue el tema de la exposición en un país donde los argentinos tenemos esa cuota de apasonamiento extra: Pino amado y Pino odiado. Somos así”.

Pasión. El director de La hora de los hornos participó en Que sea ley de forma lateral, con extractos del encendido discurso que dio el año pasado en el Parlamento, cuando se debatió la ley del aborto. Fue el “Pino viral”, el que defendió a las mujeres y llegó con su mensaje a los jóvenes que tal vez no lo conocían tanto. “Cuando Pino habla de un tema que lo calienta, es bueno. Es un buen orador pero el tema lo tiene que movilizar, y creeme que este lo moviliza. Está en la película no porque sea mi viejo sino porque marcó lo que dijo. De hecho, él no sabía que estaría, lo supo  recién cuando la vio”, cuenta Juan. Dice Pino sobre Juan: “El podía ser un gran pintor, se formó en la imagen. Es un gran fotógrafo. Todas sus películas se caracterizan por una imagen muy potente. Además de los valores plásticos, su imagen le da marco al drama, tienen conflicto”.

Victoria los escucha a ambos deshacerse en halagos cuando hablan de este documental y el cine en general. Es ella quien siguió de cerca la producción de las historias y los testimonios. “El documental busca crear conciencia sobre el tema del por qué de esta ley, retrata una época”, dice esta mujer que actualmente, entre otras cosas, asesora a su padre en el Senado en temas culturales. Ella fue además parte de la producción ejecutiva de los tres últimos documentales de su padre. “Mi viejo es un gran trabajador, aun a los 84 años. Siempre nos inculcó el tema del laburo. Es también una persona muy exigente”, dice soltando una risa tímida.

“Es un poco la deformación profesional –esboza Pino al respecto–. Es natural, te has pasado décadas tratando de narrar el mundo a través de un rectángulo. El cine es imagen esencialmente. Cuando te digo imagen es la emoción que transmite la imagen poética. La gente asocia tal vez lo poético a una mariposa volando, pero lo poético es la síntesis estética del conflicto, componer una imagen que tenga fuerza poética. Es eso”.  Para Victoria su hermano heredó esa exigencia a la hora de trabajar. Juan se ríe. Y no lo oculta: “Sí... soy riguroso y tal vez el más talibán de los tres”.

De cine y series. ¿Comparten ellos películas? ¿Hablan en los almuerzos familiares de cine? La realidad es que lo justo y necesario, dirán. Cuando Pino visita a su hijo en Montevideo, es común que encuentren un momento para ver algunos de los 200 DVD que su hijo recibe por ser jurado en la Academia de Cine Francesa.

“Para nosotros el cine te tiene que transmitir emoción, te tiene que permitir prender la luz donde no hay luz, es el viaje de cosas que creías conocer. Y si es la misma historia que ya conocés, me la tenés que contar distinta. Me interesa si me revelás nuevas escenas de esos personajes. Eso es lo que a ambos nos gusta”, explica Pino. “Yo aprendí de mi viejo que el cine es un lenguaje. Entonces no es un detalle la forma. ¿Un cuadrado es la forma o el fondo? Van Gogh, el campo de girasoles, ¡son girasoles el fondo! El cine no es pegar imágenes solamente. Cuando la forma no está, salgo de la experiencia. A mí me fascina Lucrecia Martel, Lisandro Alonso, digo, miradas fuertes”, agrega Juan.

¿Hay lugar para las series en esta familia cinéfila? Juan dice que es raro que se enganche con alguna. Pino, que tiene poco tiempo. Sin embargo hay una que ambos destacan: Chernobyl. Victoria es la que más mira. “La última que me impactó es Así nos ven”, comenta. Hoy la casa de Pino en Olivos es uno de los lugares donde todos se encuentran. Allí vive el director y político junto a Angela Correa, su pareja actual. Los fines de semana almuerzan en familia, incluyendo al hijo de Angela y a Paloma, la hija de Victoria. “¡Esa chica es superdotada! Tiene extraordinarias capacidades como artista plástica, es una dibujante excepcional”, dice Pino embobado sobre su nieta de 19 años quien,sigue el linaje artístico de la familia.