Ordenó. Marcó. Recuperó. Después de hacerlas todas, cuando ya el cansancio comenzaba a notarse sobre el final de los 90 minutos, corrió a Arjen Robben como si fuera la última vez que lo hacia en su vida y, su patita, evitó la posibilidad de quedar afuera de la Copa del Mundo. Como si fuera poco ahí estuvo él, para, luego de los 120 minutos de juego, acercarse a Sergio “Chiquito” Romero e inmortalizar su rol de coaching motivador –no por nada le dicen el jefecito– frente a los ojos del mundo entero. “Hoy te convertís en héroe”, le dijo al arquero de la Selección.
Cuando parecía que los tatuajes y el carisma de Ezequiel Lavezzi mandaban en este equipo, apareció –como nunca– la viralidad y garra de Javier Mascherano. El público argentino se emocionó hasta las lágrimas con la entrega desplegada el miércoles pasado en el partido que Argentina le ganó a Holanda, y con el que se clasificó para jugar, después de 24 años, la final del mundo.
“Argentina fue Mascherano y diez más. Jugó como si fuese un ‘pitbull’.” Con esta frase, Diego Maradona, elogió a este jugador que ya acumula quince años con la celeste y blanca. Todos hablaron de él, sobre todo, en las redes sociales, protagonistas indiscutibles de este Mundial donde el jugador fue comparado con el “Che” Guevara y San Martín (Ver Masche 2.0). De perfil bajo, él sólo tuvo tiempo para hablar de lo que pasa en el equipo. “Disfrutemos porque esto pasa una vez en la vida”, fueron las palabras de este jugador que era el capitán argentino hasta que cedió ese halago a Lionel Messi durante la Copa América del 2011. No por nada le dicen también El capitán sin cinta.
Guerrero. Nació en San Lorenzo, una localidad ubicada en Santa Fe. Hasta allí llegó la alegría donde viven sus padres: Oscar y Chicha. “Técnicamente no es un jugador sobresaliente, pero lo que tuvo siempre es que es un luchador, juega hasta el último minuto del partido”, declaró su padre, Oscar. “En otras oportunidades también ha tenido buenas actuaciones. Pero ésta por supuesto que es muy especial por el momento y por lo que se está jugando”, agregó.
En sus inicios, Mascherano se desempeñó en dos clubes de su ciudad, Cerámica San Lorenzo y Barrio Villa 21. Ya desde sus 14 años resaltaba como un jugador que tenía personalidad, alguien que se imponía por su inteligencia. Jugó en River, el Corinthians de Brasil, el West Ham de Inglaterra, el Liverpool del mismo país, y actualmente comparte el Barcelona de Messi. Este es su tercero y, seguramente, último mundial.
La humildad de Mascherano se traslada a su mujer, María Fernanda Morello. De perfil bajísimo se rió de los halagos épicos y grandilocuentes referidos a su marido. “Javier es un tipo simple. Todos en esta familia lo somos. No es un prócer, sólo vive fútbol”, dijo María Fernanda, quien viajó hasta San Pablo para ver la semi con sus dos hijas, Alma (5) y Lola (7). “No dejes de traerme a las nenas para la final”, le rogó él al final del partido y antes que se vuelvan a su San Lorenzo, el lugar donde ella también nació y se puso de novia con Mascherano cuando él tenía 15 años. Sobre su marido aseguró que se entrena mucho y a conciencia. “Es muy exigente consigo mismo, aunque no es así con los demás: con sus hijas y conmigo no es así (…) Javier hasta los días que no tiene práctica, entrena. Se cuida con las comidas: odia engordar por miedo a no rendir. Puede comer lechuga varios días para no salirse de la raya”. Y finalizó: “Es verdad que hace un mes que no lo vemos mucho, pero él se preparó cuatro años para este Mundial y está feliz”.