Poco después de cumplir 88 años, falleció el escritor Andrés Rivera. Nacido en el barrio de Villa Crespo como Marcos Ribak, bajo ese nombre y antes de hacer el servicio militar ingresó al Partido Comunista en 1945 –del que fue expulsado nueve años después–, en 1950 empezó a trabajar como obrero textil y en 1957 fue designado por su partido como editor del matutino oficial partidario, tarea que compartió con Juan Gelman y Estela Canto.
Como escritor se hizo conocido por sus espléndidas novelas históricas, convirtiéndose quizá en el mejor novelista histórico argentino: obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Entre sus obras más destacadas se cuentan La revolución es un sueño eterno (1987), novela biográfica de Juan José Castelli, que fue su primer libro importante, y El farmer, basada en el exilio de Juan Manuel de Rosas en Inglaterra. Es en esta novela donde Rivera, tomando la voz de Rosas, escribe: “Soy un novelista moderno, el señor Sarmiento y yo somos los mejores novelistas modernos de este tiempo, él y yo somos dueños de los mismos silencios, de las mismas ambigüedades, de las mismas certezas”.
Esta fascinación por lo histórico fue descripta por Sabrina Rivas en la Revista de Estudios Literarios de la Universidad Complutense de Madrid más como reescrituras de la historia que novelas históricas, como las de Walter Scott y otros escritores de siglos anteriores: “Podemos indicar que la novela de Rivera marca la ruptura con el modelo canónico, entre otras posibilidades ha de desarrollarse luego, con el uso del género autobiográfico como soporte de las reflexiones sobre la historia”. De este modo Rivera trabaja con nuevas formas de verosimilitud, enriqueciendo un género que ha sido criticado por muchos; entre los más recientes, Martín Caparrós, en su novela biográfica sobre Esteban Echeverría: “En el mercado vacilante de la letra, las novelas históricas son el refugio más canalla: libros que se venden porque te dicen que al leerlos no estás perdiendo el tiempo”.
Pero pese a que Rivera tenía un marcado interés por lo histórico, eso no le impedía ver lo que estaba pasando en la sociedad. En una entrevista en la no tan prestigiosa revista Sudestada dijo: “Es mucho más fácil ser fascista que ser socialista. Proponerse cambiar el mundo es una tarea pesada como cruzar la Cordillera de los Andes. Ser fascista es tan fácil: ley, orden, mano dura...”. Y un poco antes fijó su posición antiderecha al decir: “La izquierda lee, la derecha asesina”. Muchas veces en las entrevistas mencionaba a David Viñas, lo que denotaba su admiración intelectual pero también personal: “A David le debe haber estallado el corazón porque la dictadura le mató dos hijos cuando estaba en el exilio. Sin embargo, retornó y escribió”.
Hace veinte años, Rivera se retiró del bullicio de la Capital y se instaló en el barrio obrero de Bella Vista de la ciudad de Córdoba, donde coordinaba ciclos de cine en la Biblioteca Popular. Allí se enteró del montaje teatral que llevaron a cabo Rodrigo de la Serna y Pompeyo Audivert con El farmer en 2015, y con el que recorrieron prácticamente todo el país luego de subirse al escenario del Teatro San Martín con las funciones agotadas.