El productor ejecutivo se lo anunció a Jorge Lanata por la cucaracha: “!Estamos haciendo 21 puntos!”. Fue justo en el momento en que Leonardo Fariña, el entonces esposo de Karina Jelinek, sin saber que lo estaban filmando, relataba las maniobras que el empresario kirchnerista Lázaro Báez llevaba a cabo para sacar del país millonarias sumas de dinero. Esa noche, Lanata jamás imaginó que 200 mil personas podían mirarlo a la vez. Tampoco supo que, al poco tiempo, lo iban a invitar al programa de Mariana Fabbiani para jugar a una guerra de sifonazos.
Este año, la ausencia en la televisión de Marcelo Tinelli como principal factoría de personajes mediáticos y, con una farándula algo devaluada, los periodistas asumieron un rol protagónico convirtiendo en hechos de interés público lo que sucede en sus vidas privadas, por encima de la propia información. Tanto Lanata como Jorge Rial, Luis Ventura, Eduardo Feinmann, Fabián Doman y Evelyn Von Brocke llenaron horas de espacio en televisión y ocuparon las tapas de las revistas durante todo este 2013.
Bajo el mote de sex symbol, Doman apareció con una tercera mujer en cuestión y realizó su “destape” en la revista Caras, mientras que su ex también hizo lo suyo realizando una producción hot en la misma revista. La pareja es sólo la punta del iceberg en un año donde otros popes del periodismo de la televisión fueron noticia por temas referidos a sus asuntos de alcoba. Su caso se asimila –tal vez en un menor grado– al de Jorge Rial, quien, después de un 2012 con una separación mediática de su ex, Silvia D’Auro, generó rating y ventas de revistas con el sello de su divorcio y los paseos con su nuevo amor, Mariana Antoniale, por la costa amalfitana. El ejemplo de Lanata trajo aparejado otro protagonista: Luis Ventura, quien se ubicó de alguna forma como vocero de Leonardo Fariña, diparando munición gruesa contra el conductor de Periodismo para todos, a través de tapas de su revista, donde sacó a relucir la relación de Lanata con las drogas.
¿Qué sucede cuando el rol de los periodistas y su vida personal están a la altura o superan el nivel de importancia de la propia información? “No sé si está bien o mal, es lo que hay y la gente compra”, dice la resurgida periodista televisiva Silvia Fernández Barrio. Clara Mariño, histórica productora del fallecido Bernardo Neustadt, sostiene que con el paso del tiempo los límites se van corriendo. “El periodista no debe ser el centro de la información, aunque tampoco condeno lo que sucede. Son modas, después todo cambia. Pero hay que saber diferenciar entre los que se aprovechan de esa fama repentina y los que, como Lanata, quedan expuestos en su vida privada sin desearlo”, apunta Mariño, quien asegura que con Neustadt pasaba lo mismo. “Sus divorcios le traían líos, lo que pasa es que tal vez no trascendía tanto. Las redes sociales e internet hacen que este proceso de mediatización se haga más fuerte.”
Para Evelyn, una de las protoagonistas, su caso y el del resto no se trata de ninguna moda, sino de una cuestión de interés que nace de la gente. “El público se identificó con nosotros, tanto Fabián como yo somos personas reales, no es como el caso de los actores que están actuando –dice a PERFIL–. Nuestra separación, con hijos, no es un caso aislado, cada vez más gente se separa. Miles de mujeres pasan por lo mismo. Si esto hizo que alguna pareja se arregle, ya vale le pena”. Eduardo Feinmann, desde la pantalla de C5N, es otro que este año sacó a relucir su “súper yo” televisivo. Si bien no se ventiló ningún aspecto de su vida personal, llevó a enésima potencia su carácter inquisidor, discutiendo en vivo con alumnos tomadores de colegios y aquellos que están en contra del consumo de marihuana. En el canal, hoy, lo apodan el “mini Lanata bizarro”. “Feinmann radicalizó el factor políticamente incorrecto en un escenario políticamente correcto. Ese pequeño choque genera atractivo, es el equivalente del fenómeno de circo de hace 200 años, es una rareza. No deja de ser ese tipo despreciable y eso aumenta su rating”, opina el escritor Juan José Becerra. Clara Mariño coincide: “Feinmann creó un personaje que él disfruta, está cómodo y encima genera rating”.
La panelista Marina Calabró fue otro personaje que, al mejor estilo Andrea del Boca en sus novelas, lloró en cámara por las diferencias que tuvo con su hermana Iliana luego de la investigación que Lanata hizo en relación con su cuñado, Fabián Rossi. “Su llanto fue real, no fue que le dijimos: ‘Marina, andá y llorá’. Ella vio que parte de la vida de una familia pública había sido salpicada por temas de otra índole y se mostró tal cual es”, explica a PERFIL Liliana Parodi, gerenta de Programación de América. Viviana Canosa es otra que este año no fue noticia por su labor en la TV: la periodista quedó afuera de la grilla en el año que fue madre. Desde un lugar –si se quiere– más cómodo, se permitió decir que si estuviera al aire no “tocaría” el conflicto amoroso de Doman y Evelyn. “Me aburriría”, dijo.
Para Mariño, este fenómeno de los periodistas mediáticos de televisión obedece en la mayoría de los casos a unos 15 minutos de fama. “Habrá que ver, luego de este momento de éxtasis, cómo queda la credibilidad en su trabajo”, dice. “La gente siempre habla. Un poco me hace acordar a cuando todos criticaban Nuevediario y terminó estudiándose su estilo en la Univeridad de La Sorbona. Hoy todos los noticieros tienen ese estilo. Pasan los años y la Biblia sigue al lado del calefón”, agrega Fernández Barrio. Eveleyn finaliza: “No está mal lo que nos pasa y no tengo ninguna autocrítica para hacer. Y no lo digo yo, sino los que hacen las revistas: a la gente le interesa lo que nos pasa a tal punto que lo nuestro tuvo más trascendencia que el embarazo de Tinelli y Guillermina Valdes”.