Traerlo de regreso a casa. Cuanto antes y cómo sea. Está es la principal preocupación que tiene hoy la familia de James Gandolfini, el actor de Los Soprano, quien falleció el miércoles tras sufrir un infarto en Roma. Acongojadas, su esposa Deborah Lin y su hermana Leta Gandolfini, esperan poder regresar con el cuerpo a los Estados Unidos a más tardar el miércoles para poder realizar el funeral el viernes en Nueva York. Es que desde la funeraria italiana aseguraron que se puede tardar hasta diez días para obtener todos los documentos y trámites necesarios para repatriarlo.
De acuerdo a la autopsia realizada, el actor murió de un paro cardiorespiratorio. Ayer, ante un trascendido que daba cuenta que Gandolfini había comido en exceso y bebido hasta ochovasos de vino en la que sería su última cena, un vocero de la familia tuvo que salir a desmentir esa versión. También hicieron lo propio los médicos que los atendieron en el cuarto del Exedra de Roma, donde finalmente murió. Un turista que tomó una foto del actor cenando con su hijo Michael, de 13 años, dijo que ambos habían ordenado prsociutto con melón y sendos platos de pasta.
Gandolfini estaba en Roma con su mujer y sus dos hijos y hoy estaba prevista su presencia en el cierre del Festival de Cine de Taormina donde había sido invitado para recibir un premio. Las autoridades del mencionado festival ya anunciaron que esta noche le rendirán un tributo especial. Ellos, como sus colegas de Hollywood y sus admiradores están shockeados por su muerte.
Icono. Gandolfini nació en Westwood, Nueva Jersey, el 18 de septiembre de 1961. Hijo de un inmigrante italiano y de una madre encargada de un comedor en una escuela secundaria, estudió en el instituto Park Ridge y en la Universidad de Rutgers. Allí se recibió de licenciado en Ciencias de la Comunicación. “Estaba claro es que yo tenía que ir a la universidad. Mi madre siempre decía que yo iba a ser el primer Gandolfini universitario en Estados Unidos. Cuando llegué el primer día, el centro estudiantil organizó una fiesta con tortas.. ¡Fue genial!”, dijo en uno de sus reportajes.
Antes de conocer el mundo de la actuación, manejó un camión de reparto, fue encargado en una discoteca y hasta dueño de un bar en Manhattan. Y recién a los 25 años empezó a tomar clases de interpretación, debido a la insistencia de un amigo que lo llevó a una clase de teatro, donde finalmente estudió dos años.
La carrera profesional de Gandolfini comenzó en los teatros de Nueva York y su debut en Broadway fue en 1992, en el clásico Un tranvía llamado deseo, junto a Jessica Lange y Alec Baldwin. Un año después participó en el rodaje de Amor a quemarropa, una producción escrita por Quentin Tarantino, al que le seguieron otras películas hasta que en 1999 obtuvo el papel de Tony Soprano, el involvidable jefe mafioso con ataques de pánico de Los Soprano. Su personaje le hizo ganar tres premios Emmy y un Globo de Oro al mejor actor. La fama había llegado a su vida con esta serie que estuvo seis temporadas y batió récords de audiencia. “Cuando me mostraron el guion pensé que era maravilloso”, aseguró este hombre quien durante las primeras audiciones, muy entusiasmado y exigente consigo mismo, se decía a sí mismo: “¿Puedo hacer esto?”. Y hasta dudaba de él mismo en cuanto a su apariencia: “Realmente pensé que iban a elegir a alguien más elegante, más atractivo”.
Algo contradictorio a veces, se definía como modesto y obsesivo, llegando incluso a compararse con Woody Allen. Actualmente estaba trabajando en sendos proyectos televisivos para la Cadena Fox y para HBO. Tenía tan sólo 51 años.