Valeria Atela es autora de la Metodología Orquesta-Escuela, fundadora y directora general de la Orquesta-Escuela de Chascomús –primera en la especialidad en el país–, y además presidenta honoraria de la Fundación SOIJAr, una organización sin fines de lucro que promueve el sistema de creación y fortalecimiento de orquestas infantiles y juveniles como herramienta de educación para los chicos de nuestro país. En unos días, dicha fundación cierra la séptima edición del festival que convoca a más de quinientos jóvenes músicos argentinos. En diálogo con PERFIL, Valeria Atela habló sobre el poder transformador de la música.
“Siempre fui la maestra de mis hermanos y desde ahí construí esta personalidad”, dice Atela. “De Chascomús me fui a estudiar a Buenos Aires musicología, que es la parte investigativa de la música. Fue así como me enteré de un programa de orquestas que quería generar un tipo de propuesta de educación e integración”.
Esto sucedió hace veinticinco años y en su Chascomús natal no había orquestas. Ese programa que Atela menciona no prosiguió, así que ella desarrolló una metodología propia: la orquesta-escuela. “Muchos años después, nos conoce el líder mundial en la materia: el venezolano José Antonio Abreu, maestro del hoy consagrado Gustavo Dudamel”, cuenta Atela. “Yo quería que Chascomús fuera la semilla para desarrollar en Argentina su metodología, tan en consonancia con la nuestra. Ahí nace la fundación SOIJar y en 2005, Abreu mandó a su primera misión de maestros a Chascomús e hicimos el primer festival”. A los pocos días, él la convoca a trabajar para dirigir un mes con él, y “así conozco su método, con el que teníamos muchas cosas en común”. Al margen, Chascomús se convirtió en la capital nacional de las orquestas infantiles y juveniles.
—¿Qué efecto genera la música en los chicos?
—La música es transformadora para todos. Por eso la humanidad, desde siempre, se vinculó con ella. Al hacer música, lo que nosotros vivimos con los chicos es que ellos se vuelven protagonistas. No hay forma de hacer música si no te sentís capaz de hacerlo: y eso es transformador. Nosotros buscamos que la música sea precisamente nuestro instrumento para formar personas íntegramente. Haciendo arte vos estás llamado a cultivar una belleza que te conecta con la trascendencia y buscar en ese momento la mejor versión de vos mismo. Además al ser parte de un colectivo como es una orquesta, tenemos la responsabilidad de irradiar a la comunidad que sonar distinto es maravilloso.
—¿Qué dificultades encontrás a la hora de transmitir esto a los chicos?
—La pregunta siempre es el para qué. No alcanza con tener las puertas abiertas; el verdadero desafío está en ir a buscar a los chicos que no tienen la posibilidad, que no están buscando la oportunidad de estar en una orquesta. Después de un primer momento de fascinación, hay que lograr la continuidad. Y ahí hay que afrontar la motivación, las ganas, y hay que conectarlos con el ahora. La otra traba es sostener procesos, hábitos, que se pongan metas, que sean ordenados. Les digo a los educadores de la música que el 99% de nuestro de trabajo sucede antes de llegar al atril. Cuando el chico está sentado, ya está. Pero ¿cómo lográs que esa persona crea en el proceso? Cuando logramos que crean, nuestro trabajo termina.
—¿Hay instrumentos favoritos?
—Algunos tienen una logística más complicada, pero todo es complejo. Sí hay personalidades diferentes; por ejemplo, personalidades trompeta, metales, maderas, están los violinistas, etc.