Yo creo que sin Cristina Kirchner, Mauricio Macri no hubiera llegado a ser presidente. Porque Macri fue el emergente del hastío de un amplio sector de la sociedad frente a doce años de kirchnerismo. Y creo más: creo que después del resultado de sus cuatro años de gestión, hoy Macri sigue políticamente vivo, porque Cristina y lo que ella representa también lo están.
Ser el espejo invertido del otro es la razón de ser de ciertos dirigentes, porque en realidad expresan a sectores sociales que se ven así: como la contracara buena de un otro malo.
Después de leer ahora el libro de Macri y de haber leído antes el de Cristina, se puede notar lo parecido que ambos ex presidentes resultan al espejar al otro.
Al igual que en Sinceramente, el libro de Macri describe al presente como una lucha entre buenos y malos y, al igual que hizo ella con él, ubica a Cristina como la máxima representación del Mal.
La única gran diferencia es que los malos de este libro son los buenos del otro. Por ejemplo, Macri entiende que Jorge Bergoglio era de los buenos hasta que, por motivos que desconoce, se fue acercando al otro bando. Es el mismo Papa que en el libro de Cristina hizo el recorrido inverso y pasó de enemigo de los Kirchner a ser descripto en Sinceramente como un milagro para la Argentina.
Sobre las causas de su fracaso, Macri esboza en su libro autocríticas módicas, como no haber logrado transmitir mejor la profundidad de la herencia recibida o haberle cedido las relaciones con la oposición a funcionarios como Frigerio y Emilio Monzó.
Pero para él, la verdad sobre el fracaso de su gestión fueron los permanentes palos en la rueda puestos por ella y sus seguidores.
Así como en su libro, Cristina entiende que cualquiera que intente aplicar un modelo como el de Macri está guiado por el deseo de empobrecer al país para enriquecerse junto a sus amigos; en el libro de Macri se transmite que quienes no comparten su ideario sólo pueden ser ignorantes, locos o corruptos.
Macri y Cristina escribieron dos libros, pero su lógica es la misma: ninguno puede entender que quienes piensan distinto pueden ser, simplemente, personas que piensan distinto. Son dos versiones literarias, digamos, pero de la misma grieta.