La respuesta que la ciencia dio a la aparición del virus causante del Covid-19 fue extraordinaria. A las pocas semanas de su descubrimiento ya se había secuenciado su genoma, en algunos meses había numerosas vacunas en desarrollo y en apenas un año varias estaban siendo utilizadas. Como señaló Yuval Harari, ese sorprendente resultado se explica fundamentalmente por una palabra: cooperación.
En efecto, cientos de laboratorios y miles de científicos intercambiaron información y conocimientos, publicando resultados en formatos de acceso abierto para que otros siguieran las rutas de investigación más promisorias y no se empantanaran en las que no conducían a ninguna parte.
COVID-19: hay circulación comunitaria de la cepa Manaos y otras tres variantes extranjeras
Sin embargo, ese esfuerzo científico no tuvo su correlato en términos sanitarios: lentitud en los procesos de producción, distribución y aplicación están, con pocas excepciones, siendo la norma. Es cierto que los responsables de las políticas públicas fueron desafiados por una situación mucho más novedosa que la que enfrentó la comunidad científica.
La secuenciación genómica es una técnica ya probada, y el desarrollo de vacunas consiste en un conjunto de procedimientos en general muy conocidos. El desafío de la ciencia no era, por tanto, de la misma naturaleza del que tienen por delante las instituciones políticas, que desconocían prácticamente todo acerca de cómo gestionar una pandemia global. Pero que el desafío fuera diferente no justifica la inmensa cantidad de errores cometidos por la falta de cooperación en el nivel global, interestatal, nacional y subnacional.
La ausencia de una gestión coordinada de la pandemia se tradujo en falta de decisiones concertadas acerca de flujos de personas, de aperturas y cierres económicos, de planificación estratégica de la producción y distribución de las vacunas y, en general, de las medidas sanitarias y económicas necesarias para disminuir al mínimo la morbilidad y la mortalidad, así como el daño de las infraestructuras sociales y de la economía.
Pedro Cahn: "Si la cosa se desmadra, puede ser necesario que haya cierres"
A las disputas por lo que se llamó la “geopolítica de las vacunas” en el nivel internacional se suma la subordinación de los responsables políticos al discurso de los epidemiólogos, descartando los demás saberes necesarios para una gestión adecuada de la crisis. Ignorar la visión que las humanidades y las ciencias sociales solo agravó las dificultades.
Entre nosotros, esa falta de cooperación en la esfera política resulta patética: descoordinación de las decisiones de vacunación entre la Nación y las provincias, criterios sobre circulación, aislamiento y actividad económica diversos y contradictorios aun en sitios que, como el área metropolitana de Buenos Aires, constituyen una unidad epidemiológica, criterios de asignación de vacunas basados en número de habitantes y no en riesgo de población.
Argentina está ingresando en una nueva etapa de la crisis. Si en lugar de cooperación los responsables insisten en hacer prevalecer la competencia y el conflicto, las consecuencias serán catastróficas.