De a poco, la Argentina comienza a transformarse en un destino para el llamado turismo de células madre. Pacientes de todo el mundo llegan para tratarse de enfermedades para las que aún no existe cura ni tratamiento homologado. El problema es que pagan miles de dólares por intervenciones que no tienen comprobación científica y el país pierde prestigio en una área en la que tiene potencial para trabajar con seriedad.
El caso emblemático –pero no el único– es el de la Clínica y Fundación Fernández Viña, en San Nicolás. Allí, según ellos mismos informan, llevan tratados al menos a 300 pacientes. Sin embargo, PERFIL averiguó que los cuatro protocolos de investigación que sus autoridades presentaron al Incucai (organismo que controla las aplicaciones de estas células) fueron rechazados por improcedentes.
Tampoco se le permitió a Roberto Fernández Viña participar del Congreso anual de la Sociedad Internacional para la Investigación en Células Madre (ISSCR, por sus siglas en inglés), que se desarrolló en Barcelona en julio, dado que los organizadores consideraron que sus trabajos carecían de sustento científico. No obstante, para promocionar sus servicios, Fernández Viña puso el logo del encuentro en su página web, lo que provocó acciones legales de parte de la ISSCR (ver recuadro).