A los 18, luego de un año de haber tratado su anorexia y bulimia, Franco volvió a jugar rugby y su profesor le dijo que si no empezaba el gimnasio, no podía seguir en el deporte. “Muy a mi pesar accedí, para mí el ideal del hombre pasaba por la flacura”, expresa. Cuando comenzó a entrenar y a comer más, todos vieron como positiva su actitud y lo elogiaron.
Pero Franco cambió de un extremo al otro: su adicción se invirtió a proyectar un cuerpo musculoso y abandonó el rugby. “A la mañana me despertaba pensando en entrenar y no recibir un aporte proteico para mí era como la muerte. Consumía esteroides, no podía estar con mujeres a nivel sexual, dejé de ver a mis amigos”, enumera. Pero él siempre se veía “muscularmente talla chica”.
(*) Especial para Rouge.