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Dietas: la diferencia entre hambre real y emocional

Una especialista en nutrición clínica, recomienda evitar esa confusión.

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| Cedoc

La directora del curso de posgrado de Nutrición Clínica de la Fundación Favaloro, Mónica Katz, alerta sobre las dietas que "no funcionan" y recomienda incorporar los platos preferidos y diferenciar el hambre real del hambre emocional.

"Las dietas son una forma más de violencia de género", apuntó Katz a la revista MÍA. Y agregó: "Las mujeres somos las más atrapadas en la tiranía de la eterna delgadez. De nosotras depende cambiar la imposición de estos ideales".

La fórmula para comer sin engordar de la especialista no estaría en las dietas estrictas. "No funcionan", alerta la nutricionista, autora del libro "No dieta" que a modo de manifiesto sentencia: "Nacemos con derecho a comer rico, pero a la francesa, poco".

Contraria a los viejos planteos de "cerrar la boca", la directora del curso Nutrición Clínica llegó a la conclusión de que todas las dietas fracasan: "Realizar una dieta de hambre sólo nos prepara para el descontrol y la frustración porque privarnos del placer estresa generando mayor deseo de aquello que evitamos".

¿La clave? Katz sostiene que la primera estrategia para controlar el deseo de comer es aprender a percibir el hambre real y el hambre emocional. "Si tenemos hambre real debemos comer. Pero cuando tenemos hambre emocional, llenamos vacíos con la comida. Sólo dificultamos las cosas".

Para descubrir de qué hambre se trata, la nutricionista invita a hacerse estas preguntas: "dónde lo siento, cómo lo siento, qué comida busco". Hay quienes no pueden discriminar qué tipo de hambre tienen ya que padecen de alexitimia que es un trastorno a raíz del cual confunden emociones con registros del cuerpo, hambre con ansiedad, cansancio o aburrimiento.

En el camino de los permisos, Katz incluye en la dieta de sus pacientes su plato favorito: "¿Un alfajor? ¿Por qué no? Pero si delante hay medio kilo de helado, se termina el pote entero y éste puede ser un disparador de una ingesta excesiva. Las conductas no suceden de forma errática. Nos comportamos casi de una manera sistemática aunque no lo sepamos".

"La idea es detectar la cadena de conductas que nos lleven al descontrol alimentario. Hay que conocer el mapa del descontrol: lugares, situaciones y personas que lo disparan. Frente a él se pueden tomar decisiones, organizar pautas. Si elijo un alimento desde el sí y no desde la prohibición, puedo postergar el deseo. Es importante reconocer nuestros monólogos cómplices que nos permiten comer aún sin hambre real", concluyó la médica nutricionista.

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