Vergüenza, miedo, dolor, odio, nervios. La piel es la pantalla donde se expresan todas las emociones. El estrés, tan común en los tiempos que corren, puede hacer estragos sobre la dermis, enfermándola o exacerbando afecciones preexistentes. “La piel es la que muestra, como si fuera un espejo, lo que está sucediendo dentro”, dice el psiquiatra y psicoanalista Jorge Ulnik, autor del libro El psicoanálisis y la piel.
Cuestión de piel. Entre las enfermedades que tienen una influencia demostrada del estrés, se destacan la psoriasis, la rosácea, el acné, el vitiligo, el herpes, la alopecia, el eccema y la dermatitis seborreica. Cada una tiene características distintivas –afectan en grados variables de gravedad diferentes zonas del cuerpo-, pero todas se encuentran bajo la misma influencia del estrés como factor influyente.
A Julia, de 26 años, le salen ampollas en las manos y en los pies. “Se llama dermatitis ampollar y me aparece por estrés. La última vez que me salió estaba en el último año de la universidad con mucho trabajo, me puse en pareja y encima me mudé, fue demasiado”, cuenta. El caso de Pedro, de 30, es similar: “Si yo me pongo muy nervioso, se me pelan las manos y a veces la nariz; es como si se me resecara la piel. También me agarra una picazón en las manos”, dice.
Adrián Hochman, director médico de Nueva Dermatología y miembro titular de la Sociedad Argentina de Dermatología explica que “cuando padecemos una situación de estrés, el sistema nervioso fabrica y libera un conjunto de proteínas que se denominan neuropéptidos que viajan por los nervios hacia la piel y la inflaman de modo tal que participan en el desarrollo y agravamiento de numerosos problemas dermatológicos”.
Luego de recorrer varios especialistas dermatólogos, Julia advirtió que su problema se generaba cada vez que afrontaba una situación estresante: “ Ahí me di cuenta que también necesitaba ayuda psicológica”, cuenta.
Frente a esto, Ulnik resalta la importancia de esclarecer que no necesariamente todas las personas que tienen algo en la piel deben psicoanalizarse. “Pero cuando esa misma persona o su familia detectan que la aparición de la enfermedad coincide con un hecho significativo de su vida (cualquier situación que conmueva al sujeto emocionalmente, sea agradable o no), entonces sí es conveniente que haga una consulta para enfocar el tratamiento del modo más integral posible”. La solución, desde su punto de vista, es simple: “Cuanto más integral sea el tratamiento, más posibilidades de éxito tiene”.
(*) redactora de Perfil.com