Como con las pesas no alcanza para lucir músculos en extremo marcados en poco, poquísimo tiempo, muchos jóvenes obsesionados con su figura agregan a su rutina el uso de sustancias que promueven el crecimiento muscular.
Luego de un tiempo de gimnasio, a Federico, un joven de 29 años que padece de vigorexia, le empezó a llamar la atención el fisicoculturismo. “No lo veía como algo patológico sino como mi deporte. Mi devoción por los fisicoculturistas, por personas musculadas me llevó a consumir sustancias dopantes como esteroides anabolizantes. Los he usado vía oral y también inyectables”.
Según explica la psiquiatra Mabel Bello, “muchas veces hay todo un comercio en algún gimnasio de todos estos productos que son nocivos y que no deben tomarse sin vigilancia médica”
Aunque parezcan inofensivas, estas sustancias producen daños que pueden llegar a ser irreparables. “Los anabólicos son sustancia sintéticas basadas en hormonas sexuales masculinas que promueven el crecimiento muscular, así como características sexuales masculinas. Si bien la indicación médica correcta es el hipogonadismo, cuando los testículos no producen suficiente testosterona para garantizar el crecimiento, desarrollo y características normales de un individuo, en los últimos años se lo emplea en el deporte para la aumentar masa muscular y el rendimiento deportivo”, explica el deportólogo Norberto Debbag, médico del Club Atlanta.
Entre los efectos indeseados de “las pildoritas mágicas”, numera el deportólogo, se encuentra la aparición de tumores hepáticos, la hipertensión arterial, el aumento del colesterol, la disminución testicular y las alteraciones menstruales. Otra de las drogas que usan los vigoréxicos es el Clembuterol, recetado en general para el asma pero que, como acción colateral, aumenta la masa muscular.
*Redactora de Perfil.com.