La vulnerabilidad de la salud de Néstor Kirchner fue uno de los temas más candentes este año, luego de que fuera operado de urgencia dos veces en sólo seis meses por problemas cardíacos, y que a las pocas horas se mostrara como si nada hubiese pasado, lo que generó diversas especulaciones acerca del futuro del kirchnerismo de cara a las elecciones de 2011.
Este año, la primera intervención de urgencia que recibió el ex presidente fue el 7 de febrero por una obstrucción de la arteria carótida derecha en una cirugía en la que se le sacó una placa ulcerosa. La segunda fue el domingo 12 de septiembre, por un problema coronario. Al ahora ex diputado se le realizó una angioplastia con colocación de un stent en la artería coronaria obstruida. Si bien le darían el alta en 24 horas, el mandatario dejó el sanatorio horas antes de que eso sucediera, y a los dos días se mostró como si nada en un acto de la Juventud Kirchnerista.
Mientras tanto, el gobierno se empeñaba en minimizar el accidente para no mostrar a su líder enfermo. Él mismo jugaba a hacer como si nada hubiese pasado: lo hizo cuando entró caminando a la Clínica de Olivos, ese domingo 12 de septiembre por la tarde, con un dolor en el pecho; cuando quiso ver el partido de Racing antes de ser trasladado al Sanatorio Los Arcos para su intervención; cuando decidió irse con el alta tres horas antes de lo establecido por los médicos; y cuando se mostró junto a Cristina Fernández en el acto de la juventud kirchnerista, un día y medio después de la operación, y a pesar del reposo absoluto que le habían recomendado los médicos tras la intervención.
Los médicos consultados por Perfil.com en ese momento habían sido claros: Lo peor que podía pasarle, si es que no se cuidaba, era morirse. Pero también hicieron una serie de especulaciones acerca de otras afecciones que podrían haberle provocado: "morbimortalidad por enfermedad ateromatosa carotídea y coronaria concomitante", una enfermedad que podría haberle afectarle el corazón o el cerebro, los dos lugares comprometidos en cada operación.
Pero, aunque la salud de Kirchner comenzó a tener peso este año, a poco de las elecciones presidenciales de 2011, la realidad es que sus malos hábitos ya venían jugándole algunas malas pasadas. Ya en 1996, cuando empezaba su segundo mandato como gobernador de Santa Cruz, fue operado de hemorroides y además le comunicaron que padecía una enfermedad denominada colon irritable. "Su temor era muy justificado porque su padre había muerto a los 64 años como consecuencia de un cáncer de colon", contaba en febrero Luis Majul, autor de "El Dueño", en su sitio Hipercritico.
Y revelaba que "el día en que lo operaron de hemorroides, Kirchner se “escapó”, interrumpió el estricto reposo recomendado por su médico personal, Luis Buonomo y se puso a trabajar en su despacho de gobernador, un par de horas después de haber sido intervenido. En plena reunión de trabajo, como no se sentía del todo bien, le pidió a su vicegobernador, Eduardo Arnold, dos cosas. Una: que llamara a Buonomo. Y la otra: que le avisara a su mujer que se había terminado de operar de hemorroides".
Además, destacaba algunos de sus malos hábitos, que lo llevaron a asustarse: "Fumaba Jockey Club, tomaba whisky Criadores, apostaba en la ruleta casi siempre al número 29 y comía cualquier cosa, hasta que un buen día se asustó y su vida cambió para siempre". Desde la hemorroides que lo asustó, Kirchner comenzó a cuidarse en las comidas.
Y relata aquella vez en 2004, cuando ya era presidente, en la que, a pesar de todos los cuidados, "sintió que de verdad se moría": "Fue en la cama del hospital público José Formenti de El Calafate. El diagnóstico: gastroduodenitis erosiva aguda con hemorragia. La causa: un fortísimo analgésico y antiinflamatorio llamado ketrolac. Tomó el medicamento sin consultar a su médico el jueves 8 de abril, porque le dolía la muela. Empezó a sentirse mal casi de inmediato. De cualquier manera se tomó el avión presidencial y se fue a Río Gallegos. Antes de subir, habló con Buonomo, quien le suplicó que no viajara a El Calafate. Kirchner no le hizo caso. Por la noche empezó a vomitar y defecar sangre. Primero en su propia casa, después en el hospital, donde fue llevado de urgencia. La operación fue un éxito, pero durante unas horas, Cristina Fernández y sus hijos temieron lo peor. El entonces presidente estuvo peor de lo que se informó y tuvo que ser sometido a una transfusión de sangre equivalente a la mitad de los glóbulos rojos de todo su cuerpo. Hacía una semana que Kirchner venía soportando el estrés de su primera derrota política: la multitudinaria marcha de Juan Carlos Blumberg en demanda de mejores leyes y mayor seguridad".