La creatividad desembarcó en el ámbito psi y de a poco está desplazando al diván freudiano. Sin tanto protocolo, muchos terapeutas abandonaron la solemnidad y le abrieron las puertas de sus consultorios a herramientas más interactivas, como el juego dramático, el "psicocine" o la producción artística con fines terapéuticos.
“Sin creatividad no existe la posibilidad de reinventarse”, define la psicóloga Laura Pantaleone. Y el seminario de psicodrama que dictó en el marco del 15º Congreso Mundial de Psiquiatría realizado días atrás en Buenos Aires fue una puesta en acto de su propuesta: con máscaras, sombreros y pelucas, psiquiatras de todo el mundo representaron escenas que le restaron solemnidad a su rol y los posicionaron en un lugar más humanizado.
En realidad el saber médico hace tiempo que se democratizó: la verdad no está de un solo lado y es necesaria la flexibilidad para asumirlo.
“El psicodrama es un procedimiento que permite cambiar la mirada mediante la utilización terapéutica de los lenguajes dramático y lúdico”. En el espacio terapéutico, que puede ser tanto grupal como individual, los pacientes expresan sus conflictos y despliegan situaciones de su vida, pero no solo verbalmente sino que las escenifican. Así se espacializan y se reactualizan.
También se utilizan máscaras “que son recursos que ayudan a ser otro, hacen que emerjan aspectos escondidos de cada uno y generan una multiplicidad de versiones sobre sí mismos”.
Todas estas estrategias facilitan y aceleran el proceso terapéutico, que apunta a cambiar las conductas repetitivas y perjudiciales por otras capaces de construir bienestar.
“Los pacientes con patologías mentales tienden a la repetición y el psicodrama les permite verse creadores de nuevas historias y elaborar situaciones que son difíciles de trabajar desde los dispositivos terapéuticos convencionales”.
La implementación de herramientas creativas como el psicodrama en el mundo de la salud mental recorrió un largo trayecto hasta desembocar en el actual auge: “Hace 22 años cuando comencé haciendo teatro en una clínica privada de psiquiatría era vista como "la coordinadora extraña que entretiene a los pacientes”.
Con el tiempo, la plástica, la literatura, el teatro y el psicodrama se abrieron un camino y hoy son ejercidas en ámbitos psiquiátricos de todo el mundo”, comenta la psicodramatista, que hoy coordinadora de talleres terapéuticos en la unidad de internación psiquiátrica del Instituto de Neurociencias Buenos Aires (INEBA).
Creación transformadora
“La creación es el instrumento que nos permite trascender el aquí y ahora, y darle forma a lo que todavía no es pero puede ser”, coincide el médico psiquiatra Miguel Angel Materazzi, profesor de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UBA y ex director del Hospital Borda.
Uno de los dispositivos que implementa es el psicocine, definido como un “instrumento de rehabilitación”, en tanto implica la elaboración de una historia que es una exteriorización de los conflictos de los integrantes del grupo. Cada paciente se convierte en autor y actor del “como sí” de la película, que construyen paso a paso a lo largo de un lento proceso de elaboración artística y terapéutica.
“Cada uno de los interactuantes es un agente de salud en tanto influye en los otros durante el proceso dramático, que apunta a provocar cambios”, define Materazzi.
Y la psicóloga del equipo de familia del Hospital Italiano Haydée Ana Romero reafirma: “Hay una simultaneidad entre el despertar de la creatividad y el proceso de sanar nuestra vida”.
En el libro Familias con niños y adolescentes (Delhospital Ediciones), de reciente aparición, apuesta a “la creación transformadora” a través de la producción de narraciones y dibujos. Propone a sus pacientes “componer su vida como una obra de arte”, teniendo en cuenta que “tenemos acceso a distintos mundos posibles y el arte permite enlazar estos mundos, componerlos y recrearlos.
Se opone a las interpretaciones del terapeuta que dictamina presuntas verdades sobre la vida del paciente, porque entiende que estas interrumpen el flujo creativo, que es el “el verdaderamente transformador”. El secreto consiste en “ser autor y protagonista activo de la propia vida”.
(*) Periodista y psicóloga clínica. Especial para Perfil.com