“Si querés reír, reí”. Irónica, la consigna del IV Congreso Internacional de Clown, Payasos de Hospital y Payamedicina realizado el fin de semana en Buenos Aires sintetiza una propuesta terapéutica que ya nadie se toma a risa.
Clowns, actores, médicos, psicólogos, arteterapeutas, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales, musicoterapeutas y enfermeros articularon durante tres días los cruces entre arte y salud que ayudan a reírse del miedo hasta desdramatizarlo y oxigenar un espacio que asfixia: la internación hospitalaria.
Desde que Patch Adams instaló clandestinamente las narices de clown en las salas de internación pediátrica de hospitales estadounidenses, allá por los revolucionarios setenta, los payasos terapéuticos recorrieron un largo camino internacional.
José Pelucchi, médico psiquiatra y coordinador del Congreso enumera los logros cosechados en el trayecto: “Nuestras intervenciones logran mayor participación de los familiares y del equipo médico; el efecto catártico facilita la elaboración de la situación traumática de la hospitalización; ayuda a mantener un estado de ánimo optimista sostenido; promueven aspectos resilientes de los pacientes y acompañan siempre”.
Y hay más. Según instalan a coro los payamédicos Gonzalo Pungitore y Pablo de Albaa, del Grupo de Investigación Laclown, la propuesta consiste en romper con la pasividad alienante que supone estar atado a una cama de internación.
“En la situación hospitalaria el paciente se encuentra en un primer momento alienado al hospital y al sistema de salud; lo que el médico y la institución dicen lo reducen a la posición de “objeto del saber médico”, definen con léxico lacaniano.
Payasadas terapéuticas
¿Cómo oxigenar una internación? “Implementamos múltiples recursos psicológicos y artísticos relacionados con juegos, música, teatro, técnica de clown, magia y el arte humorístico en general”, define Pelucchi, fundador de Payamédicos, una ONG que despliega humor terapéutico en todo el país.
La actividad, pensada artesanalmente, está cartografiada por psiquiatras y psicólogos ya que las improvisaciones se expanden en el contexto de un proceso terapéutico de recuperación.
“El payamédico cuenta, para cumplir con esa función, con una herramienta fundamental, el chiste y su capacidad para jugar con palabras y objetos que producen significación. En ese sentido, la misma presencia del payamédico ya puede estar funcionando, haciendo caer ese discurso aparentemente completo, cerrado, que es el Discurso Médico. La transformación de los maletines en buenetines, de los sueros en suerófonos, de la vestimenta del médico en el vestuario del payamédico, (de)muestran que ese discurso, que parecía definir por completo al paciente, puede tener también otra dimensión, puede pensarse distinto, puede modificarse, puede jugarse. Cuando el paciente descubre que no es un objeto definido por el Otro, sino un sujeto capaz de modificar su situación, capaz de jugar, de transformar y de crear, están dadas las condiciones de posibilidad para que allí vuelva a ubicarse en posición de sujeto deseante”, comentan en el trabajo presentado en el Congreso: “El Otro Hospital y el in-paciente”.
En diálogo con Perfil Gonzalo Pungitore agrega: “Lo que hacemos es una invitación a transformar la realidad que el paciente está viviendo en ese momento. No se trata de ir a representar un número armado. Nosotros no llevamos nada preparado. La acción se desarrolla espontáneamente en el encuentro”.
La idea es estimular al paciente para que produzca el guión con sus sentimientos, conflictos y angustias. Ayudarlo a exorcizar las emociones atrapadas.
Contagiar salud
“A través de la creación y los recursos artísticos convertimos la situación –dolorosa, vulnerable- en una escena lúdica”, aclara Pablo de Albaa, estudiante de psicología.
Y la transformación tiene efectos multiplicadores. La risa es contagiosa y la presencia del humor contamina todo el entorno.
“Al rescatar la parte sana del paciente los enfermeros y los médicos, que son testigos de esa transformación, participan del proceso. Por ejemplo recuerdo el caso de un paciente que nos contó que al enfermero le gustaba cantar… porque se había dado un cambio en la relación y el enfermero empezó a contar chistes y a cantar. En otra ocasión los enfermeros nos sorprendieron con narices y su propio vestuario, se hicieron payaenfermeros sumándose a nuestro juego”.
Toda la propuesta se amalgama con la corriente terapéutica en expansión de la psicología positiva, que recupera las zonas más sanas del paciente y el contexto para avanzar hacia los costados más oscuros. En el terreno donde los payamédicos despliegan su acción, se trata de humanizar la internación. Nada menos.
Vea el mapa nacional de Payamédicos.
(*) Especial para Perfil.com